Realidad y fantasía
Las posibilidades del arte contemporáneo
En estos días, he estado ocupada con algo que me causa, placer, sorpresa, sobresalto, indignación, resquemor y dolor. Todo eso, formando un barullo en mi pobre cerebro, que a veces resulta insoportable.
La tarea de escoger los premios que otorga la Asociación Internacional de Críticos de Arte (AICA), en su capítulo local, no es solo complicada, sino que, para alguien con conocimiento en la materia, se convierte en todo aquello, mencionado anteriormente.
Un artista es un ser especial, dotado de un don que pocos tienen. Es capaz, con sus manos, guiadas por un instinto y una capacidad expresiva, de trasformar su mundo y el nuestro, en algo totalmente distinto. No solo el artista dedicado a las bellas artes, sino también aquellos dedicados a la música, al teatro, a la poesía y la escritura. Hago la distinción porque la poesía es un canto en prosa y la escritura puede ser de diferentes géneros, pero siempre, sujeta a las mismas premisas.
En el caso de las bellas artes, la pintura contemporánea se ha escapado de la visión que pudiera tener cualquiera de un objeto, un paisaje, una figura humana o un conjunto abigarrado de naturaleza y objetos. El espíritu del espectador debe conectarse con la intención del artista y, por lo tanto, cada persona podrá interpretar la obra ante sus ojos de diferente manera. Que haya sido o no la intención del pintor, escultor o el autor de los llamados performances, es totalmente independiente de lo que la mente del espectador interpreta.
Es una especie de meditación filosófica sobre una forma plasmada sobre una superficie de tela, papel, una pared o el piso mismo.
Nunca antes las bellas artes habían sufrido una trasformación en donde el espectador pasa a ser el protagonista junto con el artista. Las emociones juegan un papel preponderante y el ojo ya no refleja la realidad.
La tarea de juzgar estas obras se convierte en un trabajo complejo y complicado que puede agotar la sensibilidad y el espíritu.