Los últimos días de Poncio Pilato

Los últimos episodios de la vida del prefecto de Judea, responsable ejecutivo del suplicio y la crucifixión de Jesús de Nazaret, están envueltos en las sombras de unos acontecimientos que marcaron su defenestración enigmática y de las leyendas sobre su presunta muerte oscura y trágica.

Después de lavarse las manos, su vida se ensució. Así podría retratarse el oscuro destino que corrió Poncio Pilato, el prefecto de la provincia romana de Judea, tras el episodio por el cual se ha hecho tristemente famoso en la tradición cristiana: expresar indiferencia y ser el responsable ejecutivo de la condena a sufrir y morir crucificado de Jesús de Nazaret.

Cuando Jesús fue juzgado como alborotador y una muchedumbre instigada por la jerarquía religiosa pidió a gritos su crucifixión, Pilato se lavó las manos simbólicamente para indicar que no quería ser parte de esa decisión ni responsable por la sangre de aquel hombre, y sentenció que se cumpliera la demanda del pueblo, pese a que no había pruebas suficientes contra Jesús.

Tras ese juicio, que condujo al suplicio y la muerte en la cruz, la vida de este personaje que con los siglos se convirtió en un símbolo de la vileza y de la ignorancia de la justicia por conveniencia personal, entró en un declive, marcado por la adversidad de unos hechos que llevaron a su defenestración y la oscuridad de unas leyendas sobre su “descenso a los infiernos”.

El historiador, académico y jurista italiano Aldo Schiavone, uno de los mayores expertos en historia y derecho romanos, ha elaborado un retrato del prefecto de Judea reconstruyendo, no solo los hechos que condujeron a la muerte de Jesús, en la que tuvo un papel decisivo, sino también desvelando algunos datos poco conocidos de la vida de Pilato posteriores a la crucifixión.

“Pilato debió decidir el destino en un prisionero llamado Jesús de Nazaret en menos de una jornada, pero aquel hecho en el que actuó como juez mostró después, una vez consumado, su auténtica cualidad, su estatus excepcional, entrando luego en la gran Historia, como un acontecimiento extraordinario y desconcertante”, según Schiavone.

UN PERSONAJE ENVUELTO EN LAS SOMBRAS.

Señala que las fuentes más importantes sobre “este personaje con una ambigua sombra” son las referencias efectuadas por Flavio Josefo y los Evangelios, así como Filón, Tácito y Tertuliano.

“Aparte de esto, no nos ha llegado nada realmente significativo, sobre el quinto Gobernador romano de Judea, salvo un epígrafe hallado en Cesarea en los años sesenta del pasado siglo”, señala el sabio italiano.

“El último episodio de la vida de Pilato que ha llegado hasta nosotros nos remite a la narración de Josefo, en el XVIII libro de las Antigüedades, cerca del final de su mandato, entre los años 35 y 36”, explica Schiavone, en su libro ‘Poncio Pilato. Un enigma entre historia y memoria’.

El experto cuenta que el lugar fue Samaria y los hechos son que un hombre, descrito como un demagogo y un embustero, reunió a una multitud de fieles y los animó a salir al monte Garizin, cercano a la ciudad de Samaria y sagrado según las tradiciones populares.

Iba diciendo que mostraría preciosas reliquias sepultadas en aquel lugar por el propio Moisés. Los hombres se pertrecharon con armas e iban creciendo en número, y acamparon a cierta distancia de la montaña.

Pero Pilato se anticipó, ocupando el promontorio con tropas fuertemente armadas, les atacó con éxito, matando a algunos y poniendo en fuga al resto.

A continuación, dio comienzo la represión: muchos de los que habían participado en la concentración fueron esclavizados y a los cabecillas se los condenó sumariamente a muerte.

Ante esta actuación, el consejo de los samaritanos (la asamblea de notables de la región) decidió enviar una misión ante el legado de Siria, Vitelio, para acusar a Pilato de haber cometido una masacre indiscriminada.

Sostenían que los que se habían reunido no estaban allí en contra de Roma, sino solo para evitar los atropellos del Gobernador.

DENESTRACIÓN, “DESAPARICIÓN” Y MUERTE.

“Pilato fue apartado de inmediato de su cargo y enviado a Roma, para dar cuenta al emperador de lo acaecido”, indica el historiador.

Schiavone indica que Josefo escribió que Pilato se apresuró a acudir a Roma, obedeciendo las indicaciones de Vitelio.

Era invierno, el mar estaba «cerrado» y el prefecto se vio obligado a emprender un largo y fatigoso viaje por tierra, a través de Oriente Medio y Europa. Antes de que pudiese llegar a la capital sobrevino el final del emperador Tiberio, en el año 37.

“A partir de ese momento, no volvemos a saber nada de Pilato. Sale sin más de la Historia, súbitamente. El único dato fiable es que hacia el año 40 ya debía de haber muerto, o al menos se vio reducido al silencio. Y el vacío de información se ha llenado de leyendas y de apócrifos”, de acuerdo a Schiavone.

Uno de estos textos apócrifos es el llamado Evangelio de Nicodemo, que incluye las Actas de Pilato (un conjunto de documentos atribuidos al prefecto) junto con otro texto sobre su «descenso al infierno».

Sobre el final de Pilato Schiavone indica que comenzaron a circular diversas historias. En una de esas invenciones, el emperador habría condenado a su antiguo funcionario a vivir en una caverna.

Allí habría llegado César por casualidad, persiguiendo una gacela y, tras lanzar una flecha para abatir a la presa, el dardo atravesó la entrada de la gruta y mató al recluso Pilato.

Según otra tradición, el prefecto se habría suicidado: «Se dice que bajo el principado de Calígula […] cayeron sobre Pilato tantas desgracias, que se vio obligado a convertirse en su propio verdugo para que no pareciese que la justicia divina tardaba en alcanzarlo», relata la ‘Historia eclesiástica’ de Eusebio.

Incluso se cuenta que su cuerpo sin vida atrajo miradas y fantasías: habría sido arrojado al Tíber, pero luego repescado y llevado a Viena, al sur de Francia, a la Galia Narbonense, para acabar en el Ródano, y a continuación en el territorio de Lausana. Y cada uno de estos traslados habría estado marcado por acontecimientos nefastos y diabólicos, según las leyendas.

“En otra versión, Pilato habría sido decapitado por orden del emperador, para después ser perdonado por Jesús, que lo habría acogido en el cielo junto con su mujer Procla”, señala Schiavone.

“La verdad sobre Pilato, y de su comportamiento ante Jesús se perdió definitivamente, pero quedó ese rastro de misterio que nunca acabaría de diluirse y envolvería para siempre a ojos de la posteridad la figura del quinto prefecto de Judea”, concluye.

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