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BEBIDAS

La leche y el jugo no son tan necesarios como podrías creer

Un vaso de leche servido en Nueva York, el 9 de noviembre de 2005. (Tony Cenicola/The New York Times)

Un vaso de leche servido en Nueva York, el 9 de noviembre de 2005. (Tony Cenicola/The New York Times)

¿Existe tal cosa como una bebida saludable?

En realidad, beber cualquier otra cosa que no sea agua después de los dos años de edad no tiene un gran beneficio para la salud, a pesar de la mercadotecnia y la publicidad que quizás hayas visto acerca de los beneficios de bebidas como la leche de origen animal, la de origen vegetal y los jugos, entre otras.

El resto de los mamíferos consume únicamente dos líquidos a lo largo de su vida: la leche materna y el agua. La evidencia que se utiliza para decirle al ser humano que algunas bebidas son necesarias y otras deben evitarse no está tan clara como muchos creen.

Recomendaciones de los expertos

El año pasado, un grupo de organizaciones de salud destacadas publicó sus recomendaciones acerca de lo que deben beber los niños. Convocaron a un panel y a un comité de asesores científicos. Leyeron escrupulosamente un conjunto de documentos, estudios e informes de todo el mundo.

El proyecto fue tan exhaustivo como fue posible. Aun así, las recomendaciones que publicaron siguen siendo controvertidas.

Para los niños mayores de un año, se “recomienda” la leche de origen animal, aunque la cantidad y el contenido de grasa cambia con la edad. Se debe limitar el jugo, de acuerdo con el comité, y se debe “evitar” prácticamente todo lo demás, a excepción del agua. Esto incluye todas las leches de origen vegetal, a menos que sea necesario debido a alergias, además de la “leche para niño pequeño”, cuya popularidad ha aumentado rápidamente (esta contiene, en su mayoría, leche en polvo, jarabe de maíz y aceite vegetal).

Antes de continuar, reconozcamos que hay un consenso. Los niños humanos, como todos los mamíferos, dependen de la leche como su sustento al inicio de la vida. Casi siempre se recomienda la lactancia (leche humana), así como la fórmula para bebés hasta cumplir un año, en caso de que la lactancia no sea viable. La mayoría de los expertos también cree que los niños deben continuar con la lactancia o hacer la transición a la leche entera de vaca hasta los dos años. Se cree que la grasa contribuye al desarrollo cerebral.

En este punto el asunto se vuelve engañoso.

Hay muy poca evidencia de alta calidad, y no hay ejemplos comparables con los mamíferos, para defender el carácter especial de la leche de vaca después de este periodo. Los argumentos que afirman que es benéfica porque tiene proteínas y otras vitaminas y minerales pueden aplicarse a muchos otros alimentos (pero esos no reciben recomendaciones oficiales de apoyo similares).

La recomendación de limitar el consumo de jugo, y no simplemente evitarlo, también es un tanto cuestionable. El argumento a favor del jugo consiste en que, aunque es preferible que los niños coman frutas y verduras, algunos simplemente no quieren hacerlo. En esos casos, los expertos sostienen que el jugo 100 por ciento de fruta “podría ser una manera importante de cumplir con estas recomendaciones”.

No obstante, el jugo no es saludable. Está lleno de azúcar. Un vaso de 350 mililitros de jugo de manzana tiene la misma cantidad de azúcar que una lata de refresco (el jugo de uva tiene aún más). También es un alimento procesado, no contiene fibra y no te satisface. Son calorías vacías. Los estudios demuestran que los adultos que comen una manzana antes de una comida consumen menos calorías durante esta; en cambio, beber un vaso de jugo prácticamente no influye en el consumo de calorías.

Postura cuestionable respecto a las leches de origen vegetal

Curiosamente, las recomendaciones adoptan una postura mucho más enérgica en contra de las leches de origen vegetal, como la leche de almendras o de soya. En el caso de los niños, estas bebidas deben “evitarse”, no limitarse. ¿Por qué? Porque, como señalan los autores de la nota de recomendación, en los estudios que evalúan su contenido nutricional, este sale en desventaja en comparación con el de la leche de origen animal.

Es cierto que, a excepción de la leche de soya, las leches de origen vegetal tienen mucho menos proteína que la leche de vaca. También es cierto que, aunque algunas leches de origen vegetal están fortificadas con calcio o vitamina D, no hay prueba de que estas sustancias se absorban de la misma manera cuando provienen de leches que no son de vaca, pero ¿acaso eso es importante?

Los autores citan dos estudios que demuestran el efecto “negativo” de la leche de origen vegetal en los niños. El primero fue una muestra representativa de niños en Canadá, el cual reveló que los niños que solo bebían leche que no era de vaca eran más propensos a presentar niveles bajos de vitamina D que los que solo bebían leche de vaca (el 11 por ciento contra el 4,7 por ciento).

No obstante, solo el cinco por ciento de los niños bebía exclusivamente leche que no era de vaca y es muy posible que haya factores en su dieta que hayan generado confusión y ocasionado este resultado. Tampoco quedó claro si este nivel bajo de vitamina D tuvo algún efecto en su salud.

El segundo estudio revisó la bibliografía y descubrió 30 casos de enfermedades clínicas asociadas con el consumo exclusivo de leche de origen vegetal. En primer lugar, esto es, en esencia, una recopilación de anécdotas. En segundo lugar, casi todos los casos se presentaron en el primer año de vida, cuando los niños no deberían consumir ningún tipo de leche excepto la materna. En esa etapa, ni siquiera la leche de vaca es recomendable.

En resumen, como he escrito antes, todas las bebidas distintas del agua y la leche materna deben ser tratadas como el alcohol en el caso de los adultos: puedes tomarlas si quieres, pero no con la ilusión de que las necesitas.

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