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Esa seré yo

Si el día de las elecciones presidenciales alguien le cuenta que en su centro de votación vio a una mujer orando de rodillas, antes de marcar su voto, es probable que esa mujer sea yo. Estos comicios son los más difíciles que he vivido desde que, a los 19 años, decidí no votar porque me debatía entre lo que mi conciencia creía correcto y las preferencias políticas de mi papá, que recién había fallecido, y cuya memoria no quería defraudar. Recuerdo que mi mamá ejerció sobre mí una presión tal, que renuncié a ese derecho ciudadano en cuyo ejercicio no me había estrenado. Pero la diferencia entre ese momento y ahora es que, en esas elecciones, estaba segura cómo debía votar, por eso no claudiqué. Esta vez es distinto.

No quiero culpa Contemplo el panorama electoral y me siento tan apesadumbrada que ni siquiera me atrevo a cargar con la culpa de sugerirle a mis hijos a quién deben elegir. No quisiera inclinarlos hacia algún lado para luego cargar con el peso de sus reproches o perder para siempre su confianza en mi criterio. Porque, de verdad, no tengo idea de hacia dónde debemos inclinarnos los que intentamos hacer lo correcto, en este país.

Ellos sí Digo esto porque los que subsisten con un sueldo estatal, cobran sin dar un golpe, se lucran impunemente, o los otros, los que están esperando en la banca por un empleo, un suelto o un soborno, no dudan, tienen claro hacia dónde dirigir sus pasos.

Nosotros no Pero somos nosotros, los del tercer banco, aquellos a quienes nos irá mal con uno o con el otro, los que andamos desorientados, angustiados, preguntándonos qué decidir. Parece fácil escoger, pero no lo es. Cómo adivinar, desde nuestra limitada conciencia humana, ¿hacia dónde se dirigirá el país después que pasen estos comicios?

Solo Dios ¿Cuál es la lección siguiente que, como nación, vamos a reprobar? ¿Nuestras calificaciones en el índice de desarrollo democrático bajarán de mediocres? Y, como cuando tienes un examen para el cual ya te sientes embotado y presientes que no estás listo para tomarlo, entonces, te dejas caer de rodillas y le suplicas a Dios ayuda, asimismo, para estas elecciones, he pensado en arrodillarme antes de votar. Sólo Dios, que ve más allá, que escruta en los corazones, puede regalarnos el discernimiento que necesitamos.

No con mis fuerzas Basada en mi criterio, no me siento con fuerzas, de verdad, para hacerme responsable de la elección que haga. ¿Y si me equivoco? Es tan alta la posibilidad de fallar esta vez. Por eso, le repito, si alguien le cuenta que vio a una mujer rezando en pleno centro de votación, probablemente, a menos que otras se motiven y me sigan, esa seré yo.

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