espacio cultural
200 años de historia del cementerio de la avenida Independencia
El cementerio fue inaugurado el 29 de agosto de 1824 con el enterramiento de la baronesa Juana Flores durante la ocupación haitiana
Hoy se cumplen 200 años desde la inauguración del apodo “museo a cielo abierto”, el antiguo Cementerio Municipal de la avenida Independencia, lugar que a pesar de su estado descompuesto y poco tratado, alberga los restos de destacados líderes dominicanos y, entre sus tumbas, conserva la esencia de una parte fundamental de la historia del país.
Considerado por algunos un camposanto cultural y por otros un lugar de gran valor artístico e histórico, el cementerio, inaugurado el 29 de agosto de 1824 con el enterramiento de la baronesa Juana Flores durante la ocupación haitiana, muestra hoy una imagen lúgubre. La falta de mantenimiento y el deterioro de las tumbas, golpeadas por las inclemencias del tiempo, han contribuido a su aspecto deteriorado.
Esto se pudo constatar en una visita que realizaron ayer reporteros de este diario.
Allí un joven llamado Melvin, empleado del Ayuntamiento del Distrito Nacional, explicó que trabajan en su remozamiento pintando, limpiando y colocando otros tipos de pasillos para que quienes vayan puedan desplazarse con facilidad. Actualmente se camina entre tierra, piedras y hierba.
“Actualmente está cerrado por remozamiento, estamos ambientando todo para que pueda volver a visitarse como antes”, aclaró Melvin.
El joven comentó que hace un tiempo, sin especificar cuánto, el cementerio era utilizado para necroturismo, y, en ese entonces hacían diversas actividades, entre ellas un tour a las personas que quisieran conocer la historia del camposanto y de paso, la vida de quienes allí han estado sepultados. “Aquí se hacían actividades muy chulas, de noche para agregarle ese interés quizás tenebroso, yo recuerdo que dramatizaban algunas historias de algunos difuntos, muy interesante ciertamente”, puntualizó.
En la visita se observó, además, que solo los mausoleos tienen nombres, fechas y mensajes esculpidos en piezas de mármol o cemento. Muchos difuntos no pueden ser identificados porque a gran parte de las tumbas les fueron borrados con pintura blanca los nombres y mensajes, y, muchas de las osamentas fueron trasladadas sin que exista un registro de cada caso.
El espacio abarca unos 16,000 metros cuadrados y, según el Ayuntamiento, ha acogido más de 1,400 difuntos. Previo a 1853, la gente no era enterrada en cementerios, sino en la iglesia (si tenían dinero), y en el patio de su casa (si no eran pudientes). Tras la anexión a España se promulgó el decreto del 17 de mayo de 1863 que prohibió enterrar a las personas fuera de un camposanto.
Su historia antecede la independencia
La historia del cementerio antecede a la independencia dominicana, exactamente 20 años antes, durante la ocupación haitiana que fue dirigida por Jean Pierre Boyer.
Según relatos de los residentes de la zona, antes de convertirse en cementerio, el lugar era un solar baldío utilizado para la ejecución de presos, especialmente aquellos condenados por razones políticas, estos eran primero sentenciados en la Fortaleza Ozama y luego llevados a pie por la calle El Conde, conocida en ese entonces como la calle de La Separación, hasta llegar al cementerio.
Un punto crítico en estos terrenos era el lugar donde se encontraba una mata de almendro.
Bajo este árbol se realizaban las ejecuciones, y posteriormente, los cuerpos eran enterrados allí mismo.
¿Quiénes están enterrados en el cementerio de la Independencia?
En anteriores reportajes, publicados por este medio, este monumento histórico, declarado así mediante el decreto 557-87 del Poder Ejecutivo, está dividido en cuatro cuadrantes, donde se encuentran héroes de la Independencia Nacional, de la Restauración de la República y de la Revolución de Abril de 1965, así como políticos, poetas, maestros, intelectuales y hasta artistas.
Además, cuenta con tumbas múltiples de víctimas del ciclón San Zenón y de los marines norteamericanos, y un cenotafio, que es una tumba vacía o monumento funerario erigido en honor de una persona, a los náufragos del Cabo Hatteras.