SIN PAÑOS TIBIOS
Señales preocupantes
Sobre la base de la prueba y el error, el sistema electoral dominicano viene incorporando mejoras y buenas prácticas durante las últimas décadas. Cada elección asume los aprendizajes obtenidos en las anteriores, los incorpora y los perfecciona; de tal suerte que, en su conjunto, el sistema tiende hacia la mejoría, seguridad, transparencia y garantismo.
Como colateral de su desarrollo, olvidamos épocas pasadas y ni siquiera sopesamos cuánto hemos logrado en tan poco tiempo, dando por sentando que el presente exitoso no fue producto de soluciones asumidas en un pasado tortuoso.
La “Boleta Única” se usó por primera vez en 1990, y a ella le siguieron (celebrados en su momento) Colegios Cerrados, horarios de votación diferenciados por sexos (materia de arqueología electoral), entre otros. Vamos, que el sistema se perfecciona y la “pone fácil” al elector, de ahí que cause preocupación el incremento de la abstención desde 2016 (30.4%) en adelante.
La de 2020 (44.71%) fue atribuida –con razón– a la pandemia. La abstención de febrero 2024 (47.82 %) fue explicada sobre la base de que eran estrictamente municipales y que se correspondía con niveles promedio de la región para este tipo de comicios; sin embargo, la abstención del 19 de mayo (45.63 %), ha sido la mayor en comicios presidenciales de los últimos 100 años, pese a que la misma se realizó con los más altos niveles de transparencia, organización, reconocimiento, capacidades tecnológicas, curvas de aprendizajes anteriores incorporadas, campañas de educación y la mayor interconexión en materia de comunicación que la humanidad ha conocido.
La preocupación es legítima si la en encuadramos en el contexto latinoamericano, donde la democracia retrocede, los partidos políticos tradicionales e históricos se debilitan (o se extinguen), han surgido líderes providenciales y populistas (de derechas o izquierdas) y la gobernabilidad se tambalea.
Si todo nuestro crecimiento económico sostenido de las últimas décadas es atribuible en gran parte a la inversión extranjera, el sector turismo, zonas francas, y a la expansión de las actividades constructivas, productivas y comerciales; en buena medida esto es consecuencia directa del clima de gobernabilidad y estabilidad política de nuestra democracia, es decir, consecuencia directa de la robustez del sistema de partidos y su función de representación.
El desafío es no regodearnos en la solvencia de índices e indicadores de resultados y asumir que la democracia no sólo debe parecerlo, también debe serlo. Tenemos que ir más allá de la democracia formal y fortalecer los mecanismos que garanticen más y mejor democracia representativa.
Esta altísima tasa de abstención (la segunda en cuatro meses) es un aviso a todo el sistema de partidos –y a todas las fuerzas organizadas de la sociedad–, de que urge identificar las causas de la misma y construir e implementar medidas que contengan y reviertan el descreimiento y la apatía ciudadana frente a la democracia; pero, también una señal de alarma que nos indica que es urgente hacerlo… ya, ahora, de inmediato.