Tres días luchando por una cama y al final la doña murió por el virus
“Vieja querida cómo te me vas así sin darme chance de nada”, imploraba un joven de unos 30 años en las afueras del área de coronavirus del hospital Luis Eduardo Aybar, luego de que una enfermera le diera la desafortunada noticia del deceso de su madre.
El hombre de alta estatura descansaba su cabeza apoyándola en su brazo izquierdo recostado de un poste de luz mientras lloraba desconsolado la pérdida de su progenitora.
“Fue ayer que la trajeron porque duró tres días en el Juan Bosch y no encontrábamos cama”, expresó sumergido en un inmenso dolor sin poder contener las lágrimas que rodaban por su rostro hasta devanarse.
Otro señor quién se identificó como hermano de la víctima contenía sus lágrimas cuando se disponía hablar por celular para informar a los demás familiares de la tragedia.
La señora de apellido De la Cruz y de 67 años de edad dio positivo al virus el viernes luego de realizarle una prueba, dijo un hermano de la señora luego de conversar con periodistas de LISTIN DIARIO.
“Ella era hipertensa, tenía una prótesis en una pierna de una cirugía que le hicieron y el viernes en la tarde le hicieron una prueba rápida porque antes la habían llevado pero la mandaron para su casa”, dijo afligido por la pérdida de su hermana.
“Ay mi vieja cómo me haces eso si eras la mitad de mi vida”, entre llantos y moviendo sus pies contantemente seguía cuestionándose a la vez que se desplomaba para hincarse y continuar llorando sin parar.
Sin saber qué hacer y sin el valor de mirarlo a la cara cuestionaba a su tío sobre los pasos que tenían que dar para poder retirar el cuerpo. “¿Y ahora qué sigue? Ay Dios mío, mira cómo te dejé mami”, repetía sacando fuerzas de lo más profundo para pararse, entrar al hospital y continuar con el proceso de sepultura.
Una vez ingresó al hospital en compañía de su tío se quedó parado en espera de la enfermera con sus manos dentro de los bolsillos con la esperanza de que fuera otra su realidad.
Cuando llegó le suministró un papel blanco y un bolígrafo definitivamente para que firmara y en ese preciso momento sus lágrimas volvieron a rodar en sus mejillas al tiempo que la miró fijamente a los ojos inmerso en la confusión de la dolorosa noticia.