RADIOGRAFÍA
'Dejo de trabajar cuando ya no pueda hacerlo'

Aunque su día libre es el domingo, Manuel Guzmán no concibe un momento prolongado sin estar cerca de lo que más le hace feliz: la tierra y sus plantaciones.
Lleva más de 35 años en la labor agricultora, para la cual se levanta cada día a las 6 de la mañana como si se tratara de su pasatiempo.
Es capataz de unas tierras, en las que habitualmente tiene un personal a su cargo y supervisión. Está muy de acuerdo con lo que manifiesta Bernard Ureña, dueño de las tierras que trabaja: “La agricultura es lo más parecido a ser padre, es como la crianza, en menos escala y menos tiempo, pero una crianza”.
“No me puedo casi sentar. Yo dejo de trabajar cuando ya no pueda hacerlo más”, expresa Guzmán con sonrisa en sus labios.
Trata a las plantas como si fueran un paciente, pues las revisa, voltea sus hojas, y si nota algo que esté anormal, se dirige hacia donde pueda encontrar “la medicina para el síntoma”.
Lo que más le gusta ¡El agua!, pues entiende que mientras haya agua todo es bueno.
Aborda el tema de los agricultores de finca, y resalta que no necesita de los avances de la tecnología para hacer su trabajo, sin embargo, los demás necesitan auxiliarse de mecanismos menos factibles, a su entender.
Como todo agricultor empírico, sabe que no debe cortar un palo si la luna está nueva, sabe cuándo va a llover, el sol le dice si es de lluvia o de sequía, todo, puesto que en él se aplica la frase de que “el mejor maestro es la práctica”.
Allí vive con su esposa y su hija, con quienes, en conjunto con la tierra, encuentra todo lo que necesita para ser feliz y estar tranquilo. Suele estar siempre cerca de casa, ya que estar alejado de ella implicaría estar lejos del complemento de su vida diaria, que es vigilar con atención esas que cuida como hijos: los cultivos.