Que no se contaminen con los viejos

El esquema de la seguridad ciudadana entra ahora en una fase histórica, a la luz de los cambios que promete la reforma policial.

En esencia, esta reforma está orientada a transformar profundamente una institución marcada por décadas de abusos y violaciones a los derechos humanos.

La graduación de los primeros 1,000 agentes formados bajo este nuevo paradigma es un hito que refleja el compromiso del gobierno con una policía más profesional y ética.

Sin embargo, este proceso de renovación enfrenta desafíos significativos.

La coexistencia de agentes formados bajo antiguos estándares con los nuevos graduados en operativos de seguridad ciudadana plantea el riesgo de que las prácticas y culturas arraigadas contaminen a los recién formados.

Es imperativo que las autoridades implementen estrategias claras para evitar que los vicios del pasado perjudiquen la integridad de los nuevos agentes.

La reforma conlleva aumentos salariales, acceso a seguros médicos y beneficios a los nuevos agentes, como transporte gratuito en el Metro, teleférico y la OMSA.

No obstante, la verdadera transformación va más allá de las condiciones materiales.

Es esencial que los nuevos agentes operen en entornos que refuercen los valores y principios inculcados durante su formación.

Para ello, se deben establecer protocolos que minimicen la interacción directa entre los agentes de la “vieja guardia” y los recién graduados, al menos en las etapas iniciales de su servicio.

El éxito de la reforma dependerá de la capacidad de las autoridades para proteger a los nuevos agentes de las influencias negativas del pasado.

Y, también, de la disposición de la ciudadanía para colaborar en la construcción de una institución más justa y eficiente.