¿Temor a la verdad?

En el corazón de una democracia vibrante y genuina, la transparencia es la piedra angular que legitima los actos institucionales de una nación.

En el caso actual de Venezuela, la crisis política que se ha desatado a raíz de los comicios ha puesto en evidencia la necesidad imperiosa de claridad y honestidad en el proceso electoral.

Diversos países e instituciones internacionales han elevado su voz, reclamando un nuevo conteo de los votos para asegurar, sin lugar a dudas, quién fue el verdadero ganador de las elecciones.

La oposición venezolana ha manifestado que posee el 73 por ciento de las actas que respaldarían su triunfo.

Sin embargo, el gobierno de Nicolás Maduro ha mostrado una preocupante falta de disposición para someterse a este escrutinio.

Maduro ha tomado la drástica decisión de romper relaciones diplomáticas con ocho países, incluyendo a República Dominicana, en respuesta a las solicitudes internacionales de transparencia electoral.

Este acto de aislamiento diplomático no solo es contraproducente, sino que también refuerza la percepción de que su gobierno teme la verdad y se aferra al poder a cualquier costo.

La legitimidad de cualquier gobierno radica en la voluntad del pueblo y en la confianza depositada en las instituciones electorales.

Negarse a un recuento de votos en un contexto de tanta controversia no hace más que alimentar la desconfianza y la división entre los venezolanos.

La comunidad internacional, así como los venezolanos mismos, merecen saber con certeza quién es el legítimo vencedor de estos comicios.

La historia ha demostrado que la falta de transparencia en los procesos electorales puede tener consecuencias devastadoras para la paz y la estabilidad de una nación.

Venezuela está en una encrucijada, y la decisión de abrirse a una revisión justa y transparente de los votos, puede marcar la diferencia entre la recuperación democrática o el caos continuo.

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