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Se rebozó la copa

El asesinato de tres misioneros evangélicos en Haití, dos de ellos norteamericanos, ha rebozado la copa de la inacción e indiferencia que, por años, ha mantenido la comunidad internacional frente al descalabro del orden y la seguridad en ese país.

La cruel matanza de David y Natalie Lloyd, yerno e hija del congresista norteamericano Ben Baker, ha desencadenado una respuesta urgente por parte del gobierno de los Estados Unidos.

Ahora la gran potencia, estremecida por el desafío de las pandillas haitianas, ha solicitado que se apresure la intervención de una fuerza multinacional encabezada por policías de Kenia para estabilizar Haití.

Esta intervención militar en Haití, que ya luce inminente a la luz de la conmoción causada por este asesinato, marcará sin dudas el inicio de un período de mayor inestabilidad en la región.

La inminente llegada de fuerzas extranjeras puede provocar diversas reacciones dentro de Haití, desde la aceptación y cooperación hasta la resistencia y el aumento de la violencia.

La historia de intervenciones en Haití ha mostrado que, aunque a veces logran cierta estabilidad temporal, también han exacerbado tensiones preexistentes y creado nuevas dinámicas de conflicto.

Para República Dominicana, este escenario plantea serias amenazas a su seguridad nacional, lo que desde hace tiempo ha reconocido y temido el gobierno.

La violencia y el caos en Haití, más los impactos que habrá de tener la intervención, pueden provocar un aumento en el flujo de refugiados hacia acá, ejerciendo presión sobre los recursos y las infraestructuras de nuestro país.

Los conflictos en un Haití ocupado por tropas extranjeras, pueden extenderse a través de la frontera, afectando inclusive la seguridad y la estabilidad de las regiones limítrofes.

La inestabilidad en Haití ha facilitado, de hecho, el crecimiento de actividades ilícitas, como el tráfico de drogas y de personas, que suelen prosperar en ambientes de caos y falta de autoridad.

Además, la intervención militar puede tener repercusiones diplomáticas.

Algunos países pueden verla como una forma de imperialismo, y se han opuesto, lo que presagia un período en el que podrían tensarse las relaciones internacionales y crear divisiones entre los estados caribeños y más allá.

Lo cierto es que ya es inevitable enfrentar la crisis con una fuerza más poderosa que la de su endeble gobierno de facto, y luego se piensa en cómo se promoverán soluciones sostenibles que ayuden a Haití a salir de este infierno quemante y paralizante.

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