Otra prueba de madurez democrática
La participación masiva y ordenada de votantes y las garantías de respeto al ejercicio del sufragio sin coacciones, han puesto de manifiesto los relieves y signos de nuestra madurez democrática.
Salvo algunas escaramuzas que nunca faltan de aquellos que procuran conquistar votos con trampas, las elecciones presidenciales y congresuales de ayer discurrieron en orden, en sentido general.
Esta conducta del electorado fue reforzada por un trabajo de organización, vigilancia y protección impecable de la Junta Central Electoral y su Policía Militar.
Ella nos ofrece una oportunidad excelente para reflexionar sobre las implicaciones y beneficios de proteger y blindar los mecanismos que la democracia brinda para la estabilidad política y social del país.
Después de lo de ayer, no cabe dudas de que se ha respetado el proceso electoral en sus distintas fases y de que, en consonancia con esa demostración, sus resultados han sido aceptados por quienes perdieron.
La madurez democrática también implica el compromiso de los ganadores de gobernar para todos.
Otra característica clave de este proceso es que la ciudadanía estuvo siempre muy bien informada, tanto por las campañas educativas de la JCE como la propia de los partidos.
Cuando los votantes acuden masivamente a las urnas, como sucedió ayer, esto no solo refleja un interés por parte de la ciudadanía en el rumbo de su país.
Refleja por igual un nivel de educación cívica que permite a los votantes tomar decisiones basadas en información y convicciones sólidas.
Luego de esta ejemplar jornada, en la que todo indica que el presidente Luis Abinader ha ganado un nuevo período, nos queda otra prueba más para considerar que tenemos una democracia madura.
Y es la de promover el diálogo y el consenso de los partidos por encima del conflicto y la división, como lo ha prometido Abinader.
La capacidad de dialogar y alcanzar acuerdos es lo que verdaderamente reflejara el nivel de madurez que hemos alcanzado hasta el momento, más allá del mero acto de votar.
Por tanto, hay que luchar para mejorar la calidad del debate público y político, a la hora de abordar cruciales desafíos que le esperan a la nación en distintos órdenes y que exigirán de consensos y acuerdos de amplio espectro.