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Una sociedad sin sincronías

Con hogares desgarrados, un sistema educativo degradado y un ambiente social enrarecido por tendencias viciosas y delictivas, el futuro de la niñez dominicana luce muy feo.

El trípode “hogar-escuela-sociedad”, circuito perfecto para formar, educar y crear ciudadanía, está hoy en franco descalabro.

La cadena de formación en valores, en conocimientos y en comportamientos ha perdido la sincronía que, en otros tiempos, aseguraba que el niño, el joven y el adulto se educaran para ser útiles a su país.

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Esa ruptura se ha agudizado con la existencia de millares de jóvenes que han sufrido los efectos de la orfandad por la muerte o separación de sus padres y que no disponen de alternativas para superar las secuelas del abandono.

La escuela, que podría ser la instancia complementaria o garantía segura de que las carencias de origen se subsanarían o minimizarían con sus métodos de enseñanza, no juega ya ese papel.

Y la sociedad, finalmente, no es tampoco el espacio o nicho que brinda las condiciones para que aquel que pudo estudiar, lograr una carrera profesional o adquirir competencias técnicas, encuentre empleos y justas remuneraciones.

En un sistema que soslaya el mérito profesional para dar cabida en el Estado a impreparados o incompetentes, las oportunidades de aprovechar los recursos humanos de calidad se tornan escasas.

Ese es un factor que empuja a la juventud a procurar otras formas de sobrevivir, generar ingresos y aspirar al bienestar, eligiendo la vía de los delitos de todo tipo, o el éxodo, con la ilusión de encontrar un mejor futuro en el extranjero.

Reconstruir esta fase decisiva de la relación entre formación hogareña, aprendizaje escolar, técnico y universitario, en un ambiente social propicio para el desarrollo de estas capacidades, es el gran deber del Estado.

Pero el Estado está en deuda con la sociedad en ese aspecto.

Y eso es lo que explica por qué el país parece marchar hacia una desintegración social e institucional donde las leyes no se respetan, la autoridad no inspira confianza y el futuro, para muchos, sigue siendo tan sombrío, como la noche más oscura.