El urgente desfogue de la prisión preventiva
Es alto el nivel de peligrosidad, insalubridad y denegación de justicia que incuba el hacinamiento de reos en las cárceles del país.
Un fenómeno que se agrava más en la medida en que la población de presos preventivos y enfermos desborda las capacidades de reclusión y tratamientos de la salud de los afectados.
Pese a que existe, en teoría, una política penitenciaria que está llamada a evitar estos focos de perturbación, poco se ha avanzado en el objetivo de prevenirlos.
De ahí que resulte oportuno, y digno de tomar en cuenta, el llamado que formula la Fundación Institucionalidad y Justicia para que, en una mesa multisectorial, se decidan urgentes medidas de mitigación.
Apoyamos calurosamente esa propuesta, que va dirigida a los principales actores del sistema penitenciario y judicial del país.
Para desfogar las cárceles de tantos presos preventivos, en muchos países se han implementado programas que han demostrado eficacia.
Bajo las premisas de justicia restaurativa o justicia terapéutica, funcionan en México y Costa Rica programas que dan pautas de cómo abordar aquí el caos del hacinamiento.
En México se prioriza el tratamiento de las adicciones y enfermedades mentales en lugar de la prisión.
Y en Costa Rica organizan programas de visitas semanales para que los presos preventivos mantengan el contacto con sus familiares mientras esperan juicio.
Aplica, básicamente, para personas acusadas de delitos no violentos o de bajo riesgo.
En todos estos esquemas se utilizan programas de seguimiento o monitoreo para verificar que se cumplan estas medidas cautelares, que podrían abarcar la vigilancia electrónica.
Es hora ya de desahogar las cárceles y minimizar la bomba de relojería que significa mantener miles de presos preventivos o enfermos y los recintos sobrepoblados de reclusos.