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Hiperlibertinaje

Hay muchos episodios que confirman, sin ninguna duda, que la sociedad dominicana padece hoy el síndrome del hiperlibertinaje.

La manifestación más palpable son los desacatos o irrespetos a las leyes y regulaciones creadas para armonizar las relaciones entre los ciudadanos, y de estos con la autoridad.

Cuando las leyes y las normas no son respetadas, las instituciones pierden su legitimidad y, de ahí, hay sólo un paso para que también se erosione el esquema de la gobernabilidad.

El hiperlibertinaje, que no es más que el abuso de los derechos y responsabilidades del ciudadano frente a la sociedad, está desdibujando los límites de la libertad y los derechos humanos.

Si como postulaba Benito Juárez “el respeto al derecho ajeno es la paz”, esta máxima se ha devaluado en la práctica, en la medida en que los ciudadanos transgreden los derechos de los demás, algo muy generalizado ya.

No hay respeto a los límites que garantizan la privacidad, la reputación, el honor ni la dignidad humana, cuando se pasan por alto las normas sociales y legales que protegen estos derechos, abusando de reglas constitucionales muy claras.

Ejemplos sobran.

Las culpas del hiperlibertinaje no solo aplican a los abusos ciudadanos contra las libertades.

También, desde los poderes públicos, hay acciones, como la no transparencia de sus ejecutorias o gastos y las actitudes blandengues a la hora de hacer cumplir las leyes sin permitir impunidades, que también engendran el hiperlibertinaje.

Muchas expresiones de desobediencia civil, que afectan hoy la estabilidad social y el equilibrio del orden y la ley en varios países, fueron antecedidas por esos estados de libertinaje no combatidos a tiempo por los gobiernos.

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