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editorial

Por ser un pueblo pacífico… no le cumplen con sus obras

Baní es, por tradición, un pueblo pacífico, que labra su destino con sus propias energías, sin soñar con pajaritos en el aire.

Igual que San José de Ocoa y otras comunidades montañosas que por años han sufrido la desatención del Estado, pero que sobreviven gracias al trabajo tesonero de sus gentes.

Si Baní fuese un pueblo levantisco, listo para exigir en las calles, a base de huelgas y violencia, una apropiada atención a sus necesidades, tal vez hoy no hubiese tenido que vivir desilusionado con tantas promesas incumplidas.

Uno de sus anhelos, la construcción de una avenida de circunvalación, ha quedado en suspenso, porque si bien se iniciaron los trabajos con bombos y platillos, hoy está retrasada y estancada.

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No será posible inaugurarla este año.

Lo mismo con la necesaria construcción del llamado Puente de los Hierros, para conectar la parte norte de la ciudad con Fundación de Peravia y las zonas altas, ricas en producción agropecuaria.

Ni siquiera han dado el primer picazo, pese a que la obra ha sido dos veces prometida.

Estas dos muestras no son limitativas de las carencias de Baní, un pueblo que respiró alegría este domingo al mostrar con orgullo sus mejores glorias del béisbol de Grandes Ligas, reconocidas en el programa “De vuelta al barrio”, promovido por el Ministerio de Interior y Policía.

Cuando los atletas y otras personalidades sobresalientes del pueblo fueron a estimular a los jóvenes al estudio y el trabajo, en realidad estaban trasmitiendo los valores que ayudan a Baní a encarar, aunque en solitario y con poca ayuda oficial, sus retos de desarrollo.

Estos esfuerzos hay que complementarlos con las obras esenciales que necesita Baní, antes de que la población, desesperada, decida reclamarlos al tenor de la protesta y la violencia, con justa indignación.