editorial
El sello del desorden
La imprudencia y el irrespeto a las disposiciones de las autoridades para preservar vidas y propiedades llegaron a los extremos durante el paso de la tormenta Franklin por el país.
Cherchas o “teteos” callejeros para dar riendas sueltas al consumo de alcohol y drogas, imprimieron un sello del desorden al clima de reclusión y comedimiento que aconsejaban las circunstancias.
Ciudadanos que desafiaban los peligros de las lluvias, inundaciones y ventiscas que preludiaban la llegada del ojo de la tormenta, desacataron abiertamente los llamamientos a la prevención.
Con la tormenta casi encima del país, muchos pretendieron montar sus bebentinas en el malecón del Este y del Distrito Nacional, o se resistieron a salir de zonas vulnerables expuestas al peligro.
Estos comportamientos ponen de manifiesto el inquietante déficit de urbanidad, educación y sentido de la prudencia que colocan marcas rojas a ciertos valores sociales que hoy están en retroceso.
La sonora preeminencia de la gleba en el desprecio y desconstrucción de estos valores, que ya ha hecho olas en otros ámbitos, como el artístico, se ha dejado sentir en una hora de graves amenazas a las vidas y propiedades.
Si desconsolador era el espectáculo de ver cientos de personas en vecindarios y calles desafiando los peligros, ignorando los consejos para su seguridad, más lo fue el de la poca energía y firmeza de la autoridad para impedir esos desenfrenos.
Otra elocuente falta de tacto y de respeto a las medidas de protección fue el montaje de un evento deportivo en la capital en medio de los primeros impactos de la tormenta, forzosamente suspendido por la intervención personal del jefe del Centro de Operaciones de Emergencias, con sobrada indignación.
Estas experiencias deben servir de lección para que, en futuras situaciones semejantes a las de esta semana, las instituciones del orden impongan con rigor las medidas que demandan las circunstancias, aunque tengan que emplear la fuerza y cualesquiera otras acciones disuasorias.