editorial
Servicios públicos en trance
Algunos servicios públicos esenciales han venido mostrando, en los últimos tiempos, signos de disfuncionalidad y descuido.
Si rápidamente no se corrigen estas deficiencias, tal descalabro irá debilitando el engranaje de todos los esquemas de atención a las necesidades ciudadanas, pudiendo llevarlos al colapso.
Y esto nadie lo desearía.
A vuela pluma, y a modo limitado, aquí van algunos ejemplos:
-Las continuas fallas del sistema 9.1.1. en la atención de emergencias para ciudadanos accidentados o necesitados de asistencia médica u hospitalaria de urgencia.
-Las frecuentes interrupciones de los servicios del Metro de Santo Domingo, incluyendo los desperfectos de sus escaleras de entrada y salida y de sus plantas energéticas de emergencia.
-La dilación en el procesamiento y entrega de libretas nuevas de pasaportes o de la renovación de estas en tiempo oportuno.
Este problema está creando múltiples dificultades para que los ciudadanos puedan viajar al exterior.
-Las continuas denuncias de fraude con las tarjetas de Supérate, destinadas a ayudar económicamente a personas pobres, y los consiguientes retrasos en los desembolsos de dichos subsidios a los usuarios.
-Las distorsiones que se registran en la regulación del sistema de tránsito debido a la generalizada acritud de muchos ciudadanos de ignorar las normas y la incapacidad o permisividad de las autoridades para hacerlas cumplir.
Por estas causas, las calles y avenidas de la capital retratan perfectamente la imagen del caos total.
-Los permanentes conflictos entre las agencias distribuidoras de energía y sus usuarios por errores de facturación, más las tardanzas de los equipos de respuesta para restablecer los servicios cuando se producen extensos y frecuentes apagones o averías en las líneas de trasmisión, y…
-Los deficientes mecanismos de atención, tanto de instituciones del gobierno central como del municipal, para resolver problemas de desperdicio de agua, de basura, deterioro de calles y aceras o pronto auxilio de bomberos y policías, según la naturaleza de las necesidades.
Valdría la pena que el gobierno y las autoridades municipales hagan un inventario más preciso de estas disrupciones y se comprometan en un programa común para remediarlas.