editorial
A las puertas de los ciclones
El 4 de noviembre del año pasado, una copiosa lluvia de cuatro horas inundó media capital, convirtiéndose en un episodio nunca visto en muchos años.
El diluvio paralizó el tránsito y las actividades productivas, sumergió en las aguas a centenares de vehículos, causó la muerte por ahogamiento de ocho personas y dañó muchas viviendas.
Hace pocos días, en medio de una activa temporada de lluvias, grandes avenidas, pasos a desnivel, carreteras y pueblos, quedaron anegados e incomunicados, dejando también una importante secuela de daños y pérdidas en la agricultura y en casas de zonas vulnerables.
Y ahora llega la clásica temporada ciclónica, con su infaltable desfile de vaguadas, depresiones, tormentas tropicales y huracanes de distintas categorías, que siempre dejan sus marcas catastróficas.
¿Estamos realmente preparados para afrontar sus diferentes formas de impacto?
Desde ya el gobierno y los ayuntamientos deben apurar los operativos de limpieza de drenajes, filtrantes, canaletas, cañadas, taludes de autopistas y todas aquellas áreas que regularmente son susceptibles de inundarse.
Lamentablemente, estas tareas se postergan y solo se emprenden cuanto tenemos el peligro encima.
El mismo corte preventivo de ramas de árboles en las ciudades se hace de urgencia, cuando los satélites confirman dos o tres días antes el seguro impacto en tierra de uno de esos ciclones de la temporada.
No hay excusas para demorar estas necesarias labores de preparación a nivel nacional ni para minimizar las potenciales predicciones de que, para este año, el país podría estar expuesto al paso de cinco a nueve huracanes.