El fiasco de Medio Ambiente
No es de extrañar que el Acuario Nacional, el principal zoológico marino del país, esté convertido hoy en un desastre.
Siendo una dependencia del Ministerio de Medio Ambiente, le pasa lo mismo que a otros recursos y patrimonios naturales que, en los últimos tiempos, han sido depredados sistemáticamente.
Así como ocurre con la foresta, los ríos y sus arenas o cauces y algunas zonas protegidas, sometidos a una sistemática e impune degradación, también el maleficio ha caído sobre el Acuario.
Este centro fue concebido hace 33 años como la cuna por excelencia para la conservación y protección de la diversidad marina de esta nación, condición que parece haber perdido ya.
Aparte de su función didáctica e investigativa, el Acuario Nacional es (o era hasta hace poco) una de las principales atracciones turísticas de la capital, reportando ingresos millonarios por ese concepto.
Sin embargo, una combinación de incompetencias o negligencias ha provocado que prácticamente sea víctima del descuido y la disfuncionalidad.
Sus instalaciones están deterioradas, con pocos guías para orientar y educar a los visitantes y, lo peor de todo, sin la diversidad de especies marinas en exhibición que antes constituían un orgullo y un valor.
El Ministerio de Medio Ambiente, cuyas capacidades para cumplir su misión han sido desbordadas o neutralizadas por recurrentes episodios de violaciones a los recursos bajo su protección, aparentemente no está en condiciones de seguir administrando este patrimonio.
El gobierno debería asegurar la existencia del Acuario Nacional disponiendo que el Ministerio de Medio Ambiente, o el de la Presidencia, asuma su control y la tarea de su urgente rescate.