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Peligro en la frontera

En la medida en que las autoridades haitianas ejecutan su plan para enfrentar a las gangas armadas, la posibilidad de una retirada estratégica de los bandoleros hacia nuestro país es cada día más verosímil.

Ayer, por ejemplo, fueron capturados seis sospechosos de pertenecer a una de esas bandas, a los que se les vincula con la muerte de policías haitianos, tras cruzar la frontera por el sitio de La Colonia, en Duvergé.

Esta incursión sigue el patrón de las estratagemas que utilizan cientos de haitianos para burlar los controles migratorios, no siempre eficientes ni suficientes, gracias a un esquema de complicidades entre traficantes y militares.

Esta debilidad en los sistemas de control y vigilancia fronteriza es lo que torna peligrosa, para la seguridad nacional, la línea divisoria entre los dos países.

La amenaza es mayor porque el Estado haitiano se encuentra desintegrado, como ha dicho el presidente Luis Abinader, y no hay fuerza capaz de restaurarlo mientras persista la violencia, la inseguridad, la división de la clase política y el profundo vacío de poder.

Los reflejos de este descalabro repercuten en nuestro país, que hasta ahora luce con los brazos amarrados para desplegar todas sus capacidades de defensa fronteriza, porque carece de armas y tropas suficientes para lograr la disuasión.

Y, para colmo, hay todavía un entramado mafioso de coyotes, contrabandistas de drogas y armas, que en complicidad con militares facilitan las vías de acceso de los ilegales a nuestro territorio.

Encima de esta problemática, la comunidad internacional, la que ni siente ni padece las calamidades y duelos de un Haití inseguro y ensangrentado, pretende que la República Dominicana sea la zona de refugio de los que huyen.

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