EDITORIAL
Sin mirar hacia atrás
Las nuevas generaciones, atraídas por la ola de innovaciones que transforman el mundo, no suelen mirar hacia atrás como lo hacían sus predecesoras.
Se diría que, en la necesidad de resolver los retos existenciales que avizoran en el porvenir, para los jóvenes de hoy lo que pasó, pasó. Es decir, lo que resume historia, de poco les sirve.
Es fácil de advertir ese desinterés en las actuales formas de abordar la nueva realidad. Igual de fácil se comprueba en cualquier test que incluya preguntas sobre hechos y personajes de pocas décadas atrás.
Al haber cambiado muchas costumbres, paradigmas, modelos de trabajo y de vida, no solo como resultado del sacudión pandémico del Covid, sino de otros fenómenos decisivos, lo que importa a las nuevas generaciones y a no pocos de las inmediatas anteriores, es la readecuación.
Es decir, cómo insertarse y sobrevivir en un clima cambiante de prioridades en el que hay que aprender a lidiar con lo nuevo, no con los viejos modelos caducos o reemplazados por la transformación.
Para enfrentar ahora los dilemas en un mundo más dependiente de la tecnología, que poco a poco sustituye funciones humanas, hasta la más elemental de ellas, como es la de pensar y decidir, los jóvenes prescinden más fácil de las lecciones del pasado.
La célebre frase del emperador Napoleón —“Aquel que no conoce su historia está condenada a repetirla”— pasa ahora una prueba de fuego frente a una humanidad que mira más hacia el futuro que hacia atrás.
Nuestra serie especial “Un país transformado”, que estaremos publicando durante varios días, muestra cómo la sociedad ha entrado en la era de la individualización, donde el teléfono móvil es el mejor compañero, auxiliar y amigo, y cuáles otros cambios relevantes nos esperan a la vuelta de la esquina.