EDITORIAL
Acuerdos fatales
Penosamente, no parece haber disuasivos eficaces para detener la hemorragia de los feminicidios en el país.
Ni el aumento de las penas de prisión, ni las inútiles órdenes de alejamiento, ni las medidas de coerción o los acuerdos negociados para dejar en libertad a los maltratadores de mujeres, han bastado para tener a raya a los feminicidas.
Al menos hay 38 casos documentados que prueban que, pese a las evidencias criminales, los peligros, las agresiones directas y hasta el encarcelamiento de algunos hombres, el rictus fatal del feminicidio se impone por encima de todas las circunstancias.
Uno de los asesinatos que más conmocionó recientemente a la sociedad fue el de la joven abogada Anibel González Ureña, de San Pedro de Macorís, cuyo marido la había agredido a puñaladas un año antes, pero salió de prisión en virtud de un amañado y complaciente acuerdo que le validó el ministerio público.
Sin haber salido todavía del estupor que causó ese feminicidio, otro caso semejante, casi calcado como el primero, se llevó de encuentro la vida de Juana Domínguez Salas, allá mismo. El asesino la asfixió tan pronto salió de la cárcel por virtud de otro acuerdo fatal.
La fiscal que instrumentó ambos acuerdos fatales, destituida tras el primer escándalo, ha sido arrestada, según informó la Procuraduría General de la República.
Este tipo de arreglos entre parejas o exparejas que han atravesado por algún episodio de abuso o amenazas, suele darse como inevitable aunque indeseable alternativa cuando se trata de mujeres económicamente dependientes de sus agresores.
Si la mujer agredida no trabaja y tiene hijos, el encarcelamiento del esposo abusador significa poner en riesgo la manutención. Y sobre la base de esta debilidad, a muchas de ellas las han chantajeado y engañado para que acepten negociar la libertad de sus verdugos... hasta que finalmente acontece lo que nadie quería.
La Ministra de la Mujer propone que, por ley, se impida salir de la prisión a los agresores de mujeres mediante este tipo de acuerdos, como los dos de Anibel y Juana Domínguez, que terminaron con sus vidas.
En verdad, el país necesita de mecanismos más efectivos en su lucha contra los feminicidios.