Haciéndose de la vista gorda
A la vista de los conductores de vehículos que retornaban del Sur, las carreras de motocicletas eran ayer muy fluidas y libres al comienzo de la autopista 6 de Noviembre para algarabía de centenares de espectadores y apostadores aglomerados a lo largo de esa vía.
Ninguna autoridad estaba allí, lo que nos hace suponer que si no se trata de una sospechosa displicencia y negligencia en el servicio, impensable en un día en que se esperaba el retorno de miles de ciudadanos que pasaron el feriado en los pueblos, la ausencia es el resultado de alguna coima.
Una coima para lograr que la autoridad se haga de la vista gorda mientras se cazan las apuestas de los espectadores, que llegan a sumar, según los que saben, hasta más de 300,000 pesos en una tarde.
Es una suma respetable que gentes necesitadas invierten en las apuestas, con la misma esperanza que lo hacen en las loterías o en otras competencias. Los que apuestan gozan o sufren, pero quienes más sufren, al final, son las familias y los amigos de aquellos jóvenes que mueren echando carreras, bastante destrozados, o los que quedan mutilados e inútiles por esa causa.
Uno de los riesgos reales es que esos motoristas, corriendo a toda velocidad y tendidos sobre los asientos y el timón de las motocicletas, provoquen accidentes a los automovilistas que entran o salen por la 6 de Noviembre o a los mismos espectadores.
Pero la autoridad no estaba allí ni para prevenir esas carreras, ni para impedirlas totalmente. O lo hizo por coimas, o por negligencias inexplicables, aunque nunca justificables.
Si es por lo primero, estaríamos ante un grosero incumplimiento de la misión y de la ley, ante un contubernio perverso con los competidores y apostadores y ante un acto de deshonestidad frente a la sociedad, a la que se le ha asegurado que esas carreras están bajo control.