Muy sencillo, segunda parte
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El lugar era de verdad imponente, no se habla tanto de un tugurio, por más espectaculares que sean las putas que lo acomoden a uno, por más extranjeras, venezolanas, europeas, rusas, noruegas y gringas o déjate de tanta vaina, por más hermosos mujerones y hermosas muchachitas criollas o de donde sea… no se habla tanto de un tugurio cualquiera.
Por más veces que tu hayas ido al lugar y por más mierda que tu hayas escuchado de la famosa torre iluminadísima que parecía alumbrar el cielo de toda la capital, pero a la que no se llegaba así por así, nunca se encontraba de una vez, porque siempre se camuflaba.
Sí,sí, sí, sí, sí, sí, todo eso es sica de burro, como decía un tío mío, mucha caballá que se ponen a hablar sin saber, que narran ellos mismos como García Márquez, inventan mucho quienes nunca estuvieron allí dentro.
Si van a durar tanto pa’ servirme los tragos, avísenme que dejo esto. Yo acepté venir a hablar porque me prometieron -además de la discreción y todo eso que siempre prometen- lo que yo quisiera, me dijeron siete mil veces, pide por esa boca. Y hoy ‘toy en Jhonny Walker, porque sí, a veces uno se tiene que poner finolis, y si hay una ocasión para ponerse finolis, sin mariconería, yo digo que es esta.
Juancito el caminador, ¿A dónde llevará Juancito el caminador? A donde tú lo lleves, al Masuchi.
Por otro lado, unas kativiítas de res con queso es lo que manda el momento, y yo no soy quien para no obedecerlo, para no llevarlo bien al momento, a gusto, en fin, para no celebrar el momento y no hablar demasiados disparates, tu sabes, jajaja
Como ya dije, voy hablando como hablo cuando hablo con mi gente, así que sírvame otro trago de una vez y cualquier cosa, no se queden callados, pregunten, pero tampoco me interrumpan, que segurito vuelvo y lo repito más para alante, porque te voy a decir otra cosa a propósito de hablar, si es verdad que hablar es un arte, el verdadero arte está en saber escuchar, y más si están hablar del Masuchi.
La verdad es que el Masuchi no era un lugar, y esto es lo primero que te hacía pensar ¿cómo habías llegado allí? Y que a fin de cuentas estabas en manos de alguna mafia o de gente apoderada que, bien o mal intencionada, tenía mucho poder, mucho dinero y conocimiento de esos ambientes que visitamos quienes seguimos prefiriendo la vida maravillosa antes que cualquier religión o golpes en el pecho.
Mira, para explicarme rápido, se llegaba siempre a un lugar en la parte alta, donde te recogía una limosina verde. Cuando tu veías la limosina verde, ya tu sabías que estabas llegando al Masucchi.