2025: Año de la Esperanza
La primera persona que me mostró el poder real de la imaginación fue mi abuela Flora. De adolescente pasaba mucho tiempo en su casa. Cuando los años fueron nublando su mente, un día me llamó para preguntarme si no veía la película que estaban grabando en el techo. Era una casa de madera de barco, cerca de la empresa eléctrica en Cienfuegos, Cuba, año 2005. Debo decir que, aunque las posibilidades de que esa filmación fuera realidad eran nulas, disfrutaba acompañarla para mirar juntos el techo y con la narración que me hacía de los personajes que, me aseguraba, grababan cada día un fragmento de aquella interminable película donde ella deseaba actuar. Sólo espero que en el cielo tenga un rol protagónico, fue una buena persona.
La esperanza- para mí- tiene que ver con ese recuerdo. Se trata muchas veces de esperar algo que llene de asombro la vida y se vive mejor cuando se comparte con otros. Todos esperamos algo. “En el corazón de toda persona anida la esperanza como deseo y expectativa del bien, aun ignorando lo que traerá consigo el mañana”, reza la bula papal que acompaña el jubileo del 2025 convocado por la Iglesia católica.
«Spes non confundit», «la esperanza no defrauda» (Rm 5,5) Uno de los pensadores más influyentes del mundo es latinoamericano. Jorge Mario Bergoglio, conocido popularmente como Papa Francisco, ha comentado que vivimos marcados por la imprevisibilidad del futuro. Eso provoca que con frecuencia encontremos personas desanimadas, que miran el mañana con escepticismo y pesimismo, como si nada pudiera ofrecerles felicidad. Un sacerdote jesuita llamado Pedro Arrupe utilizó una metáfora preciosa que pudiera servirnos de impulso en este tiempo líquido. Él habló de un fuego que enciende otros fuegos para referirse a la fe. Hoy pudiéremos hablar de convertirnos en seres esperanzadores con la capacidad de esperanzar a otros.
“Jubileo” es el nombre que se da por la Iglesia a un año establecido como tiempo especial para renovar una bien fundamentada relación con Dios, con el prójimo y con toda la creación. Cada 25 años los católicos lo festejamos de forma ordinaria. La vida es un camino, que también necesita momentos fuertes para alimentar y robustecer la esperanza. Tenemos la oportunidad de ponernos la chamarreta y salir a batear en este partido de la historia que nos ha tocado vivir, el mejor, poque es donde alineamos nosotros.
Tengo motivos de esperanza cada mañana cuando me levanto y veo a una mujer que amo y me ama con pasión sintiéndose feliz de haberme escogido para compartir su vida. La migración no ha podido robarme la felicidad pequeña de mirar escondido por el cerrojo de una puerta junto a mi abuela e imaginarnos juntos el tipo de escena que estarán rodando en casa. Gracias a ella, su amor, bondad y don de gente, nunca renunció a tener capacidad de asombro. Por eso, deseo que encima de cualquiera de nuestros “techos” triunfen los sueños de felicidad que deseamos para este 2025.