La cama de tres patas

Se encuentra en mi casa la dicha desecha, pues hace ya mucho tiempo mi cama solo tiene tres patas,  la cuarta es mi malograda espalda constantemente acariciada por los oxidados esprines del viejo colchón. Paradisíacos cielos me distraen cuando las aspas del abanico de techo hacen rodar mis sueños, pero caigo al suelo muy despierto y me levanto como todo un atleta tras dar un gran salto, y cuando voy orgulloso al público saludar, como avalancha  me cae encima el colchón de la cama de tres patas. En otra época yo hubiera dicho que debo estar pagando algo,  pero lo pienso mejor y digo que ni loco, ni un sólo peso doy yo por ese anciano colchón, que ya era viejo cuando me lo regalaron. Solitario estoy, pero la soledad no es desgracia, desgracia definitiva es la compañía de esta vieja cama de tres patas.

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