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De pared a pared

Ya sea por la invocación muy sincera que hizo Don Manolete o por lo que fuera, la cuestión es que se creó un muy buen ambiente en el nuevo Gran Granada, que agarró aire de gran concierto y Don Manolete, no obstante mis dichos y ganas de llevarle la contraria y fuñirlo un chin, había hecho todo a su alcance para renovarlo. No sólo renovó chacavana y lentes oscuros, sino que también había comprado nueva vajilla y en general tenía mejoró su actitud.

Llegaron pues, muchos palurdos y mozalbetes, como dijo Don Manolete y el nuevo Gran Granada estaba lleno de pared a pared y los muchachones no paraban de hablar, vocear, reír, gritar, cantar, brincar y bailar.

De pronto se iluminó todo con una luz naranja que hizo brillar al mundo y al nuevo Gran Granada, tanto como los ojos de Don Manolete al ver a su Majestad de la bachatica decender, toda vestida de negro de esa enorme jeepeta mamey de dos pisos, como lo hubiera hecho una diosa.

Sólo diré que quienes la esperaban se quedaron todos como frisados. No era para menos, pues bajó aquella estrella, que a mí mismo me dejó sin aliento. No diré que ella atravesó un mar de gente porque estábamos en el nuevo Gran Granada, pero atravesó el Ozama y su público se apretaba y se encaramaba ya en lo que fuera, en las paredes, para verla, y lo digo de una vez por todas, se renovó enterito el Gran Granada con la entrada cantando, micrófono en mano, de la reina de la bachatica:

“Dímelo con ganas

si me vas a amar,

si no, ay no, ay no,

ay no digas na.”

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