De visita al barrio Moscú
Paso las semanas hablando en la radio de acompañar y dar protagonismo a las personas, marginalizadas por las estructuras de riquezas del sistema y hoy.
Gracias al escritor Deuri Lara y su hermana Mari, tuve la oportunidad de participar como invitado en el taller de escritura creativa “Desireé”.
Visité, sin privilegios, a uno de los barrios con etiqueta de "peligroso" en San Cristóbal. Me refiero a Moscú. "Gasté" dos horas de mi vida hablando de literatura, fe, vida y el amor. Salí agradecido de poder hacer de mi vocación de comunicador un evangelio de esperanza.
Ellos pagaron mi tiempo con sus historias de vida, sonrisas y la promesa de que no dejarían de leer y estudiar como herramientas para transformar su mañana y la sociedad. Yo les quedé debiendo un recorrido más pausado por sus calles y hacer un programa especial sobre su taller, en la emisora Magis del IPL.
Al finalizar, una pregunta interesante de uno de ellos me atrapó: "¿Si usted tuviera la oportunidad de proponer un cambio para mejorar la educación en República Dominicana qué haría?" Respondí que no había pensado en esa interrogante y que necesitaba tiempo para darle una respuesta más elaborada. Pero, expliqué algo que siento debería ser parte de la solución: pasar de una educación resultadista que prepare a personas para el "éxito" bajo imaginarios de ricos o poderosos "influencers" según la terminología actual, a una pedagogía más enfocada como diría Pablo Mella s.j. utilizando a Benja s.j. en "dar frutos". Preparar a la gente para que sean, sobre todo, buenas personas, desarrollar más la inteligencia espiritual que la económica.
A Deuri y su hermana les quedé agradecido por hacerme ver la fuerza de lo pequeño, representada en una niña con un retraso ciclo-motor y que ahora gracias a ese taller puede leer y escribir.
Terminamos el encuentro con una oración realizada por una de las talleristas del Moscú. El lenguaje oral de esos niños es ya un signo de vida para esas comunidades sumidas en el gran zapato de la miseria que aplasta su futuro. Mientras escribo estas líneas de regreso a casa, siento que Dios estuvo grande conmigo al permitirme conocer a través de un taller de poesía el barrio Moscú.