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Se fue Manolo igual que el viento de verano

Manuel Mora Serrano

Manuel Mora Serrano

“Goeiza” no será la mejor novela dominicana, pero es una de las más cautivadoras que he leído. Nunca una ciguapa protagonizó una historia centrada en sus avatares por mantener su orgullo y dignidad. Manuel Mora Serrano, pluma en mano, sabía dar en el clavo. Lo hizo también con la mayoría de sus historias, poemas y columnas de prensa.

Ahora ya no está con nosotros, pero nos deja un legado literario mayor, de esos que marcan la naturaleza de un siglo dentro de un país de poetas (como él mismo dijo) y que ha llegado al siglo XXI perdiendo una buena parte de sus valores alcanzados dentro de ese mundo fascinante donde los poetas escribían la historia. Y como escritor del siglo XX, pasó del éxito al asombro. Con tristeza presencia la debacle de las letras dominicanas en un siglo XXI donde la politiquería partidista y empresarial carcomía sus simientes, igual que una juventud llena de insalvables orificios culturales.

La última vez que supe de él fue a través de su amigo Heddel Cordero, quien le llevó un mensaje de mi parte, referido a su inevitable resurrección literaria cuando pase este vendaval de ignorancia que nos consume. La respuesta de Manolo que me trasmitió el propio Cordero fue una de sus tantas maneras de echar agua al fuego: “-Cuando le di tu mensaje, simplemente sonrió”. Fuimos muy amigos y conocí algunas de sus aventuras de los últimos 20 años. Compartimos espacio como jurados en varios concursos literarios. Recuerdo cuando complací uno de sus antojos culturales. Nunca pudo conseguir un disco de Caetano Veloso, su cantautor preferido.

A los pocos días me aparecí en su casa con un CD original de aquel intérprete. El disco le temblaba en sus manos y ni me dio las gracias. Manolo no acostumbra a mostrar su gratitud con palabras tibias y comunes, sino con acciones, chistes y buen vino.

Hoy ya no está entre nosotros y no lloro por su ausencia. Tampoco iré a su velatorio, ni a su entierro. Creo que esas ceremonias son muy íntimas y familiares. Tengo una sola cara, y en vida, lo admiré y lo seguí hasta donde pude.

Manuel Mora Serrano fue un hombre feliz y un escritor de pies a cabeza, de esos que no vienen al mundo todos los días. Prefiero recordarlo aquí, en este pequeño espacio digital, dedicándole un artículo modesto, escrito con la prisa del amanecer y prometiéndole que, mientras viva, nunca dejaré caer la bandera de la escritura, pase lo que pase.

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