Cuatro poemas de Virginia Sánchez Navarro
Insostenible
Un pie aquí y otro en todas partes
Piso la tierra y sé que no es mía
Ni ésta, ni aquella, ni la que sea
El aire sí, el agua sí
Ellos son míos y yo de ellos
Mi casa está en terreno
Intangible. Insostenible.
Como el aire, en todas partes
Como el agua, siempre escapar,
siempre escapar
No tengo cuna porque no sé
de dónde soy
Y mi lápida será un susurro
Ése que mueve al viento sobre el mar.
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Al perdido, que ya no le importó
De tantas formas me he perdido, y tantas veces...
que ya disfruto del embeleso del no saber.
Que ya me siento aquí,
en medio del camino,
a mirar cómo las hormigas se solean en las hojas
y no me preocupo por saberme encontrar.
A lo mejor,
sin proponérmelo,
un día aparezco en la ruta
que ya olvido por qué busqué.
De tantas formas me he perdido que no encuentro
razón en encontrarme y oriento mis sentidos a la tierra
y la siembro de historias que solo un laberinto puede contar.
Ya no encuentro ventaja en líneas rectas;
he bailado en las curvas tanto tiempo
que no tengo equilibrio en suelos firmes y se me van los pies
– como en zapatos rojos –
danzando por los bosques conmovibles.
Hay cierto alivio en la torpeza.
El perdido nunca verá el final.
Y cada paso nos va apagando las luces hasta ya no ver nada.
Y solo las estrellas sabrán que un día quisimos, que un día buscamos.
Y la noche, que alumbra al orbitario, aplaudirá la intención.
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Atlas
Cuando todo el mundo pide algo, ¿Qué hace uno? ¿Tornarse duro? ¿Tornarse oscuro?
Hay que dar sin esperar.
Hay que dar sin recibir.
Pero de cuando en vez se agotan las reservas. Entonces, ¿Qué se hace?
Como la sanguijuela, el mundo tiene dos hijas. No se saciarán. Nunca dirán ¡Basta!
Cuando todo el mundo pide algo, por un túnel salgo.
Solo que, ésta vez, crecieron cardos; sellaron salida, aire y paso.
Cuando todo el mundo pide algo, veo sus ojos al otro lado como esferas.
Veo sus uñas, por mi carne, cómo esperan.
Cada latido en mí sabe lo que llega.
Cuando todo el mundo pide algo, ¿Qué más queda? Tornarse duro, tornarse oscuro.
Confundirse con el túnel, como piedra.
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Diálogo suelto del momento inevitable
Así no te quiero, así no te quiero.
Quiéreme como soy que hoy no me da el día para morfologías. Hoy me quedo así, hoy soy solo ésto, no hay experimentos.
Hoy no hay garantías.
Quiéreme como soy, ¿Qué tanto lías?
Quería darte función.
Ya tengo.
Quería darte un lugar en mi universo.
Es que no ves.
¿Qué no veo?
Yo misma soy un universo, y un universo no cabe en otro...
Es triste...
Ya lo sé. ¿Qué tienes?
Soy solo un soñador. Me lo habían dicho. Me da frío el viento.
Ven, que te abrazo.
No, que hoy no quiero.
¿Sabes? Yo también sueño. Soñé que entrabas en mí y, aún así, no se caía el cielo.
Creo que ahora llueve.
Soñé que no había espacio, que no había tiempo. Tú estabas aquí.
Está lloviendo.
Yo estaba allí. Tú pusiste mis pinos en tu invierno, y nos sentábamos juntos...
¿A mirarlos?
No estaba tu espacio, no estaba mi tiempo. ¿Crees que también soy un sueño?
¿No ves? Ya me empapo.
¿Crees?
¿No ves que la nube, sobre mí, tomó puesto?
Es mía, es de mi cielo.
Quítala, que me ahogo.
Adiós, adiós mi cielo.