FUTURO

El futuro solo es un ardid para vivir con los ojos cerrados. La vida nos obliga a incendiarnos. Nos saca las iguanas escondidas debajo de la piel. Nos rompe la camisa. Nos enfrenta como muñecos sensitivos. Nos encierra en su baúl. Vestidos y descalzos. Con dientes postizos o miradas indiscretas. Nos arropa como buenos temerarios y al final no sabemos adónde vamos.

La meta es no rendir cuentas: Levantarnos todas las mañanas y autoconvencernos de que un día es igual a otro, y las gentes vienen y van, avanzan, retroceden, se detienen: Duermen, respiran y sueñan. Y saltar al paraje idealizado. Sin dar explicaciones. Pero sí salir con la mente en blanco y la palabra dispuesta a caer en la mazmorra.

Ni fuentes ni recargas. Ni nosotros mismos podemos cubrir el tintineo de los brujos que inventaron el acto de predecir lo que nunca vendrá. No podemos escapar. No hay forma de sacar del juego a los que quieren controlar la lluvia.

Podremos negarle la mirada y dejar de humedecerlos, pero nunca saciarnos. A los furiosos motores que intentan controlarla, la vida los premia con flores deshojadas y altares de impotencia. Como si no fuera bienvenida a la función de las garzas.

Que todos sepan que estamos preparados para andar por la cuerda floja por propia convicción, aunque el abismo ciegue. Sin entusiasmo. Con las manos abiertas para no gesticular.

No nos dejemos engañar. Nos rompe el resplandor. Nos persigue. Vamos sólo por donde ella quiere y pensamos que sólo a largo plazo podemos ser como queremos.

La criatura ha crecido y no es posible abortarla. Se ríe de la pareja de idiotas que todavía preparan sus maletas rumbo a un sitio que no existe. Pero el lugar no cambia, solo es parte imaginaria de lo deseado. Sabe que la noche reina por encima del bien y del mal aquí, ahora, debajo de la voz entrecortada, con la frase impaciente y la esperanza a quemarropa.

No habrá mañana. Ni cestas vacías. Sólo la vida dando vueltas alrededor del agua como la peor destrucción. Tocando puertas abiertas y rompiendo paisajes sublimes. No habrá recomposición de la materia. Ni un sólo espacio en favor de la palabra perfecta.

El amor vale más que todos los astros. Que todas las lógicas. Nunca tendrá el mismo rostro. Siempre saltará en forma de torpeza dentro de la memoria rota. No cruzará una habitación en contra de sí misma.

El amor será real a los nueve meses de embarazo. Ese es futuro: La impaciencia saldrá vestida con su mejor desnudez. Orgullosa de no ser original. De repetir hechizos y escuchar cuentos de hadas con finales felices. De equivocarse una y otra vez en contra de sus asustados espejos.

Qué maldita e impaciente a la hora de rompernos el ombligo.

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