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Homero PumarolSanto Domingo, RD

Siempre me ha parecido importante, muy importante, ocupar los espacios de la naturaleza, usarlos, sacarles provecho, pues es naturaleza quien los ofrece y somos parte de ella. Ellos constituyen un beneficio cultural, pues nuestra identidad se desarrolla gracias a ellos. Mal haríamos, muy mal, si no ponemos atención a madre natura. En nuestro malecón por ejemplo, la vía que más me gusta, siempre me hace viajar en el tiempo. Siempre recuerdo algo que sucedió en el malecón. Nuestro malecón promueve siempre nuestra cultura. Sin embargo, muchas veces hay que recordarnos que somos una isla, pues la tendencia a comportarnos como si nunca hubiésemos visto el mar, es muy fuerte. Yo imagino que es herencia de tierra firme, herencia continental, de nuestros colonizadores, vaya usted a saber.

Desde niño rodaba con mis padres por el malecón a diario, vivimos muchos años en Costa Brava, frente al malecón, que era la ruta para llegar al colegio, que también quedaba muy cerca del malecón. A mi papá le fascinaba tomar el malecón para ir a donde sea, y siempre decía que eso no tenía precio, a mi pregunta de: -¿Qué papi? Él respondía: -Ese azul, ver ese azul serena, tranquiliza. Yo no entendía nada, pero me quedaba callado, como si supiera de qué hablaba mi viejo, y pensaba viendo ese azul enorme: Son cosas de gente grande.

Desde pequeño me impresiona mucho el hecho de que siendo Santo Domingo una isla, el pescado, los mariscos en general, fueran un lujo, comida de algunos domingos con visitas especiales, muy especiales. Aquí debiera comerse arroz, habichuela y pescado, en lugar de arroz habichuela y carne. No tengo nada contra “la bandera nacional”, como le llaman popularmente a ese plato que nos fascina y nos define, pero mientras escribía este artículo pensaba que tal vez, no todos los días, pero dos veces por semana un arroz, habichuela y pescado no caería nada mal.

Karl Marx habría dicho que es una simple cuestión económica, lo que yo no me atrevo a cuestionar. Ahora bien, sería muy bueno y sabroso cuestionarnos de qué forma podríamos hacer nuestra cultura, nuestra naturaleza y nuestra economía más compatibles.

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