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Justo Vega: el caballero de la décima

A principios de 1993, los cintillos habaneros trajeron la trágica noticia de su muerte. Justo Vega, conocido como ¨El caballero de la décima¨, fue un maestro en el arte de la improvisación oral.

Cubanos y cubanas de varias generaciones, recuerdan al cantor, al ser humano, con especial significado. Junto a su pareja poética, Adolfo Alfonso, marcó el espacio de más arraigo popular en la cultura campesina cubana, tanto radio, como en televisión.

Alto, delgado, con fino bigote, y luciendo en su vestir la clásica guayabera de hilo blanco almidonada celosamente por las finas manos de su compañera de toda la vida, la presencia de Justo Vega inspiraba el disfrute del folclor popular en su raíz más auténtica, haciendo gala también de ese humor amplio y contagioso de que el cubano es portador.

De origen muy humilde, Justo Vega llega a la décima por nacer y vivir durante su primera juventud en la occidental provincia cubana de Matanzas, conocida entonces como La Atenas de Cuba, tierra de poetas, donde las canturías guajiras y los guateques criollos significaban la principal atracción del campesino. También alcanzó celebridad porque desde pequeño se destacó en el arte de cantar espinelas -sin espinas- al escuchar las tradicionales coplas de sus familiares.

No sería una semilla, pero sí abrió una espléndida avidez por la invención.

La perfecta y cadenciosa inspiración al aire libre contenía temas amatorios, políticos y sentimentales (muchas veces no surgidos de su propia inspiración, sino impuestos por el público momentos antes de su aparición en escena).

Con el tiempo, señoreó su maestría porque descubrió la gran verdad de todo creador: beber en la fuente de su propia vida y su cultura.

Poco a poco fue estudiando los secretos de la décima y del arte declamatorio, y en breves años, lo vemos tratando de innovar los contenidos tradicionales de la estrofa (criollistas y siboneyistas) por otros más cercanos al tiempo que le tocó vivir.

Para su suerte, fue amigo de un gran poeta cubano, El Indio Naborí, figura descollante que transformó de una vez la décima cubana de motivo folclórico a pieza de la ciencia literaria. De él, aprendió Justo Vega la manera de ser auténtico. Comprendió nunca sería un hombre de letras, y escogió el camino que lo inmortalizó como artista: el repentismo o folclor oral. Y lo asumió con mucha dignidad.

Parecía, al cantar sus décimas, que estas fluían también en medio de corrientes artísticas. En total fueron más de setenta años de consagración cultural, llenando espacios en el corazón del cubano.

¿Secretos? Ante todo, el carisma: esa prodigiosa agilidad mental de todo repentista para inventar estrofas de diez versos octosílabos de rima consonante en menos de un abrir o cerrar de ojos.

Hicieron el resto su buena voz, su correcta dicción y su amplio dominio de la escena y de la oratoria.

Su canto era tan fino como el sonido del laúd que lo acompañaba en sus presentaciones, y sus décimas, esparcidas por el viento en los oídos del cubano, encontraron eco en la historia de la cultura popular.

En 1979, publicó un tomo con algunas de sus décimas. Fue una selección en la que apenas intervino su ojo clínico.

Modesto, inadvertido y respetuoso, no se consideraba un escritor. Achacó aquella edición a la insistencia de amigos y admiradores. Y gracias a ese libro, parte de su obra quedará no como modelo de maestría formal, sino como trasmisora de la identidad y poseedora de los más altos sentimientos humanos.

Sus espinelas se destacan, junto al perfecto sonido de la rima consonante con la marcada adjetivación y un constante rehúso a los tiempos verbales complejos. Estas características lo acercan a su propia personalidad, henchida de humildad, sin grandes prosopopeyas ni palabrería hueca. Aquí también se advierte su grandeza artística porque la sencillez es hija de los sabios.

Justo Vega no va a descansar en paz, al menos, mientras existan cubanos en el mundo, y la décima continúe cantándose con fervor en los campos de América.

Esta que publicamos a continuación, no fue cantada, sino inventada en una de sus amplias reflexiones amatorias. Es también una de sus piezas más conocidas.

Décima

La décima es para mí

alto tan puro y tan vivo

como el fuerte y sensitivo

corazón con que nací.

Es un crisol. un rubí,

un ave, una mariposa,

un manantial, una rosa

y una progresión de antojos

en las venas, en los ojos

y en los labios de mi esposa.

Datos del poeta

Justo Vega nació en Matanzas, Cuba, en 1909, y falleció en La Habana, en enero de 1993. De procedencia social humilde, fue obrero agrícola, peón de albañil, cocinero, dependiente de bodega, publicitario y carrero de una fábrica de cigarrillos. Fue padre del conocido cineasta cubano Pastor Vega, director, entre otros, de la famosa película “Retrato de Teresa” (1979). Desde 1934 comenzó a trabajar, en la radio, haciendo programas campesinos. Entre 1957 y 1988 fue uno de los repentistas más populares en Cuba. Sus décimas, llenas de ingenio, contienen emotivos versos que recogen su amor a la patria, a la naturaleza, y al ser humano.

20 de febrero de 1993

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