¿Volverá la Bohemia? 2
La Bohemia tiene su encanto. Crece y se practica con fines irreverentes, para que la gente se encuentre y hable de sus egos y revoluciones, y debata sobre libros, tendencias, autores y chismes de aposento. Aunque a veces crucen las ofensas, gritos e ironías.
La Bohemia ha dado buenos libros y grandes obras porque en sus encuentros informales las ideas se revuelven y se ultrajan, los demonios salen con dagas y cuchillos hambrientos de inteligencia y, muchas veces, ayudan a a descubrir nuestras propias trampas y disfraces.
Cada época trae sus “bohemias” y sus actores se transforman en su propia cotidianidad, al igual que los músicos lo hacen con sus temas y los pintores con sus lienzos. El artista debe ser indomable e irreverente, no solo contra el poder, sino contra sí mismo. En las bohemias se bebe alcohol. No por el culto al pleonasmo, ni por rescatar la manía de buscar “medicamento”, sino como elixir para conversar sin que el rostro se sonroje. Sin vino no hay bohemia y sin bohemia no hay quien se respete. Solo la magia invita al sobresalto.
“-Un país se desarrolla también con poetas, actrices y pintores” -me dijo una vez un buen amigo que lamentaba la caída del mercado cultural dominicano (tanto en libros como en obras de arte y en patrocinio al teatro).
“-Es que no estamos en el primer mundo, aquí los poetas tienen que trabajar como todos los demás” -le respondió un ejecutivo de ventas, que participaba en la charla.
“-¿Y escribir un buen poema no es trabajar?” -le sugirió el poeta.
“-Pero un poema se escribe en un minuto y por ese acto no tienes derecho a hacerte rico, mientras los demás tenemos que bregar muy duro año tras año para mantener a nuestra familia” -fue la respuesta del tecnócrata.
“Ah, amigo, un gran poema aunque se escriba en un minuto, es el resultado de una vida de reflexión. A veces un minuto dedicado a escribir un gran poema vale más que toda una vida sentado frente a un escritorio cobrando impuestos, llenando formularios o inventando cómo quitarle el dinero a los demás” -concluyó el artista mientras se levantó de su mesa, alzó su copa, y agitó en su garganta el último sorbo de licor.