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Poesía

5 poemas del nuevo libro de José Mármol

YO, LA ISLA DIVIDIDA

Yo, como la isla, rodeado de ti por todas partes, dividido. Apagado. Compungido. A la sombra. Mientras tu rayo esplende como el aura temprana. Me acomodo en el último pasillo del ocaso. Me contento con ser de la música el vacío y de las palabras, cuando las pronuncias, apenas el asomo, dividido, resquicio tal vez de aquel instante clave, inesperado, en que de la cosa el sentido se resbala y la vocal se arrulla y se cierran los labios y ya nada se dice ni ha quedado por decir. Yo, como la isla siempre, ahora sin ti, rodeado de mi propio animal por todas partes.

ESCENA DE MODERNIDAD LÍQUIDA

Allí se encuentra sin tiempo a pleno sol el hombre de los pájaros de Nôtre Dame. Ha sobrevivido a todas las miserias. Su gabán su sombrero de paja sus zapatos ajados. En la diestra un racimo de avecillas graznando, sacian su tormento picotean las yemas de sus dedos. Todo un espectáculo habría que verlo, una escena triste de los tiempos aciagos. Inmutable, sereno, sin que nada le prodiguen los turistas, el hombre de los pájaros de Nôtre Dame. El mundo es un fluido escenario de dolor. Almas mendigando la piedad que han denegado. Y en su mano un racimo de pájaros llorando. Anclado en su congoja de posesiones libre, la catedral del Sena se ha empinado para él sin que la multitud se dé por enterada. Es verano en París. Arden los techos irremediablemente. Se apaga en parsimonia de penuria y soledad el hombre de los pájaros, el ciudadano libre, el hambriento el pobre el crucificado de Nôtre Dame.

NUBE Y SOMBRA

¿Hacia dónde fue aquello hacia nada ido? Paul Celan

Despertó la risa, tan temprano, del corazón mordido por la pena. Un cascabel ardía por las habitaciones amarrado a su paso hecho de aire. En sus pequeños labios, como jobos quemados por la luz del día reventaba con palabras la mudez de las cosas. Inmóvil la mirada, penetrante, águila inocente que se ha comido un ángel. Sus manos son las mías. Para nadie un secreto. ¿Alguna vez tuviste ocasión para escuchar el canto solidario de un mundo imaginado? Sabía espantar, sin que lo presintiera, la congoja y las fieras que azuzaban mis miedos. Su único estandarte es un trozo de amor. ¿Hacia dónde habrá ido el verbo de mi verbo? Hueso de mis huesos, luz de cuanto anhelo, sombra de la sombra de lo que no es. Días que son tuyos, que son míos, atados a un destino similar. Carne de mi carne ahora sumergida en la sed tormentosa de mil pesares. Línea de flotación del navío de mi paz, diana de mis noches, aliento de mi ser, temor de mis temblores, mis fragilidades. ¿Hacia dónde te has ido de lo ido? Si tu bondad no tiene lugar en este mundo. Hueso de mis huesos, voz de mis adentros por la pena vencida

VOCABLO CORPÓREO

Los cuerpos siempre en la partida, en la inminencia de un movimiento, de una caída, de una separación, de una dislocación. Jean-Luc Nancy

Cuerpo que ha librado la faena del amor. Sobre la cama, un mar de nieve blanco de los parques berlineses, encorvado reposa como un interrogante. El que te recibe, furioso, delicado. El que te despide, sonreída la mirada. Cuerpo echado a vuelo de hermosura y sollozo, luchado contra sí, vencido desde sí, victorioso en las trompetas de la risa de sus ganas. Cuerpo del tamaño y espesor de un pensamiento. No el espigado del mudo maniquí, el petrificado en vitrina lujosa del circo majestuoso KaDeWe. Sobre la nieve de la calle Kudam, poca luz de sol. Al que despido, cuerpo con mirada inocente, congelados los versos de Brodsky en el librero. Cuerpo reposado por un instante acaso como un hermoso signo de interrogación.

PAISAJE DE OTOÑO

Mi madre tiene hoy la memoria bien despierta. Sonríe. No sabe a quién regala su nobleza. Mira hondo, puedes verla, con la misma ternura que abandonó los campos el paso adipso de la primavera, llegada, tal vez, a la hora del retraso. Conversa despacito, toca los raíles de su propio laberinto. En ocasiones reza. Me confiesan sus ojos. Su inteligencia fue el destello de un primor, duele decirlo ahora, luego de tantos años, si mi niñez cabía en un suspiro de sus miedos. Enseñó a mi padre, amorosamente, la desembocadura de la luz en las palabras. Los recuerdos y la vida, sin apremio, a mi madre se les mueren tomados de las manos. Sin embargo, es una gracia, un prodigio, ha tenido hoy su memoria en vigilia. Recuerda episodios de la guerra de abril, y los muertos le duelen de la tiranía y del escarnio en todo el cuerpo. Ha dicho, en voz baja, hijo querido, generoso. Ha regalado al fresco de la casa una sonrisa. Y como ha vivido a pasos de atardecer, se ha marchado lejos de sí misma y de nosotros.

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