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Historia para ser contada

Una serie de personajes variopintos reflejan una época convulsa y difícil

La obra lleva el sello editorial de la Fundación Marcio Veloz Maggiolo. Con una tirada de mil ejemplares, fue impresa den Serigraf y la ilustración de la portada es una acrílica de Chichí Reyes (2018). Está dividida en tres partes y consta de 390 páginas numeradas. Foto de portada /Listín Diario.

La obra lleva el sello editorial de la Fundación Marcio Veloz Maggiolo. Con una tirada de mil ejemplares, fue impresa den Serigraf y la ilustración de la portada es una acrílica de Chichí Reyes (2018). Está dividida en tres partes y consta de 390 páginas numeradas. Foto de portada /Listín Diario.

Como buen periodista, Guillermo Piña Contreras sabe olfatear. Su vocación de muchos años fue encausada por su impronta literaria. Suyo es el fervor por la palabra. Entre las letras, el periodismo y la diplomacia ha trascurrido su vida profesional.

Se enorgullece de ser alumno de Juan Bosch. Una buena parte de su vida la consagró al estudio del pensamiento y las ficciones del fundador del Partido de la Liberación Dominicana. Hace pocos años, Piña Contreras emprendió la recopilación, en 40 tomos, de las Obras Completas de Bosch, una empresa de pocos precedentes en la historia nacional. Su extensa carrera diplomática no le impidió asumir esa labor, como tampoco fue óbice para continuar su vinculación con la creatividad. Ahora acaba de sacar a la uz con el sello de la Fundación Marcio Veloz Maggiolo, la novela “La reina de Santomé”, merecedora del Premio León Jimenes al Mejor Libro publicado en los últimos 24 meses al cierre de la convocatoria

La obra por dentro Ante todo, estamos frente a una novela rural. El autor ubica la trama y sus personajes en un pueblo de la República Dominicana, San Juan de la Maguana, y sus distritos adyacentes, durante la Era de Trujillo. A un lector conocedor de nuestra historia no le será difícil advertir que los temas y sub temas están vinculados a tres de los ejes fundamentales que han marcado a la literatura nacional a lo largo de su historia: el costumbrismo, las creencias mágico religiosas y la dictadura política implantada en el país, en esta ocasión bajo el atento escrutinio de un narrador omnisciente que, como testigo de excepción nos pone al tanto de lo que se esconde detrás de las vidas y sucesos que desfilan a lo largo del libro.

Piña Contreras no es un narrador lineal que busca un hilo conductor inmediato. Tampoco pretende involucrarse en un tipo de relato convencional donde la intensidad episódica le obligue al empleo de un lenguaje de fácil consumo. Lo suyo es la introspección, la poesía muy bien dosificada, el simbolismo fortuito que cabalga por rumbos casi documentales, el costumbrismo aclimatado por su fina prosa periodística, las creencias religiosas ficcionadas con recursos de la ortodoxia literaria y la mirada crítica contra el sistema socio político que impuso en la República Dominicana la dictadura trujillista, esta vez vista a través de unos protagonistas que, sin olvidar su condición de moradores provincianos, hombres comunes y corrientes de nuestros campos, alcanzan una metáfora lúdica.

“La reina de Santomé” no tiene un tono subversivo, Tampoco busca tribunas espectaculares, ni espacios vinculados a los dictados del corazón, sino una mirada de excepción, un toque de confidencia pueblerina. Su inicio atrapa. Aunque algunos de sus capítulos (sobre todo después de la mitad del libro), no están hechos para atrapar, sino para complementar. En todos aparece la pluma del periodista y la fábula del escritor. Ambos trascienden la crónica epocal como un argumento lo suficientemente poderoso.

El amor, el desamor, el odio, el miedo, el rencor, los viajes, y sobre todo, una invisible pasión hacia la tierra que genera la vocación del sagrado instinto existencial aparecen, desaparecen y se entrecruzan en esta obra de alegorías que, sin dudas, Juan Bosch, hubiese aplaudido.

"Un año singular” Nada más parecido a la infancia que los sueños. Se puede seguir siendo niño; en cambio, no es posible seguir en la infancia. Es un lapso. Nuestros padres, por ejemplo, siempre han estado ahí. Nadie los trajo ni nos explicó que ése, era papá y aquélla, mamá; ni aquél, mi hermano; los adultos, tíos; los niños y niñas, primos cercanos o lejanos; ni los demás, amigos, porque la vida tiene una estructura onírica, de sueño. Nunca hemos tenido una explicación de cuándo y de dónde vinieron nuestros padres; ni tampoco una justificación de su presencia. Ellos, papá y mamá, nunca trataron de justificarla. Estaban ahí y sanseacabó. Para los hijos de amigos se creaban lazos parentales: “Su padre es como hermano de papá”, decía mamá para despejar cualquier reticencia.

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