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DESDE LA ÚLTIMA BUTACA

Mis diez películas favoritas

Si ahora mismo fuera invitado como jurado para esta selección (cosa que nunca será posible por mi naturaleza indócil) combinaría entre el ayer y el hoy. Y lo haría sin temor a ser acusado con epítetos difamatorios porque cada quien tiene su criterio y ese criterio tiene que ser defendido hasta con la vida. Sin embargo, no dejo de reconocer que en materia de obras de arte, el gusto puede variar según los estados de ánimo y el constante proceso de aprendizaje a que estamos sometidos aquellos que ejercemos el ingrato camino de separar las papas podridas de un saco. Si en este momento de mi vida hago esta selección no es en busca de la espectacularidad, algo muy distante de mi forma de ser, sino para quedar en paz conmigo mismo y establecer un parámetro cultural para que, dentro de un tiempo, volver sobre él para ratificarlo, transformarlo o purificarlo. Ahora mismo, cinco de mis diez películas favoritas que salvaría de un ruidoso incendio, son italianas. Y no porque ese país sea la patria de mis dos primeras nietas, sino porque a mi modo de ver, allí se cambiaron las reglas técnicas del cine mundial. El Neorrealismo Italiano fue una escuela que no ha tenido paradigmas y tanto directores como sucesores han elaborado propuestas que no dejan de verse, una y otra vez sin abuirrimiento. Esas cinco películas son: “8 y medio” y “La dolce vita”, de Federico Fellini, “El gatoparto” de Lucino Vizconti, “Novecento” de Bernardo Bertolluci y “Cinema Paradiso” de Giuseppe Tornatore. De Estados Unidos escogí dos entre cientos de obras memorables que no podrán morir. Pero a mi modesta opinión, las dos que guardaría para siempre en la memoria, al menos en este tiempo, son la comedia “The Sting” de George Roy Hill y “La quimera de oro” de Charles Chaplin. Al Reino Unido pertenece la cinta la “La naranja mecánica” de Stanley Kubrick, un director nacido en los Estados Unidos, pero nacionalizado en el país donde realizó su brillante carrera cinematográfica. En los dos últimos puestos, y no porque sean las últimas, van dos obras maestras. Del inmenso Igmar Bergman no vacilaría en universalizar su “Fanny y Alexander”, y del genial Andreiv Tarkovski formaría parte de mi equipaje la mejor película de ciencia fuicción que se ha filmado en la historia del cine: “Solaris”. Y si quedara un espacio en mi maleta. Digo, un pequeño espacio nada más para tres Dvds sin sus carátulas respectivas, elegiría la historia de amor más hermosa que he visto en mi vida, y me refiero a esa joya del honkonés Won Kar Wai, “In the mood of love” junto a dos impecables cintas francesas, “Los cuatrocientos golpes”, de FranÁois Truffaut y “El pequeño soldado”, de Jean-Luc Godard. Pero estas tres solo cabrían si queda un espacio. No renuncio a ninguna de las diez primeras. “Punto, fecha y firma. Así lo dejo escrito”.

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