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PERIODISMO Y LITERATURA

Carlos Alberto Montaner: “La mayoría de la gente sigue confiando en los grandes medios de comunicación”

El coautor del “Manual del perfecto idiota latinoamericano”, que escribió junto a Plinio Apuleyo Mendoza y Álvaro Vargas Llosa, dice que, de volver al reporterismo, se decidiría por el género de la entrevista

Carlos Alberto Montaner

El escritor y articulista cubano Carlos Alberto MontanerEFE

Yaniris López
yaniris.lopez@listindiario.com
Santo Domingo

Carlos Alberto Montaner estuvo de visita en Santo Domingo. En esta ocasión el escritor, periodista, político y bloguero cubano exiliado en España –considerado uno de los articulistas más leídos e influyentes en lengua española– compartió con los dominicanos sobre uno de los trabajos que más le entusiasma y explota pero que menos le han invitado a compartir: el ejercicio del periodismo y de la comunicación en la era digital.

Antes de encontrarse con el público local, en el Centro Cultural de las Telecomunicaciones, conversó con LISTÍN DIARIO.

Se dice que nunca como ahora es más apremiante el ejercicio periodístico ético y con responsabilidad, ¿también lo cree así?

Siempre hemos necesitado la información para poder sobrevivir. La información para nuestra especie es vital. Tomamos nuestras decisiones de acuerdo a las informaciones que tenemos. Mientras mejor sea la información, mientras más calidad tenga, mientras más amplia sea, mejores van a ser nuestras decisiones y, en definitiva, mejor va a ser el conjunto de la sociedad. Lo que sí es que está cambiando por completo la profesión.

Una de las cosas que está sucediendo es que ya no hay una fuente de difusión de información, sino que hay múltiples fuentes. Cada persona que tiene un blog o una página en Facebook, o las personas que emiten un tuit, de alguna manera están participando de la difusión de información. Claro, a veces esa información es totalmente banal y no tiene ninguna importancia –yo diría que la mayor parte de las veces es así–, pero otras veces es una información fundamental y muchas veces cuentan lo que los medios no han podido encontrar y ha llegado a otros canales de información. Y me parece magnífico que algo así suceda. Precisamente por eso hay quienes insinúan que cada vez son menos necesarios los periodistas de profesión. Sí son necesarios. Porque los periodistas tienen un adiestramiento para encontrar la verdad o para por lo menos saber buscarla. Y luego, si tienen buena formación, tienen información suficiente para poder calibrar lo que vale la pena comunicar y lo que sencillamente no tiene importancia… mejor. A mí me parece que el periodista nunca está de más, y hoy en día lo que está sucediendo es que se están agregando fuentes de información; pero la mayor parte de la gente continúa buscando su información esencial en los medios acreditados. Lo que ocurre es que las personas están más tiempo buscando información que antes.

¿Con todo y el exceso de información y el aparente desprestigio de la profesión?

Nunca sabremos cuánto es un exceso de información. Lo que sabemos es que se le dedica más tiempo a contemplar los telediarios, a escuchar la radio y a leer el periódico. Eso se ha duplicado con las fuentes alternas de comunicación, pero no se ha eliminado. Y cuando se les pregunta a las personas, cuando se han hecho encuestas más o menos serias y se les pregunta a las personas dónde obtienen su información básica, en la que confían, siguen estando en primer lugar los grandes medios de comunicación.

¿Qué cree que le falta, entonces, al periodismo de hoy, para que vuelva a ser ese oficio que inspiraba, que enamoraba, que hasta cierto punto dignificaba a una sociedad?

Lo que está ocurriendo es que hay un cambio fundamental en el vehículo, un cambio que sólo tiene un paralelo en la historia: cuando la escritura manuscrita se convirtió en artes gráficas y apareció la imprenta. Durante miles de años la comunicación era o verbal o llegaba por medio de los copistas o escribas de los monasterios. En el siglo XV eso empezó a cambiar y en 50 años ya había desaparecido la industria inmensa de los copistas. Eso fue una cosa estremecedora en Occidente, porque había literalmente cientos de miles personas dedicadas a fabricar sostenes para escribir. Había toda una industria y una artesanía muy copiosa. Eso desapareció. Y desapareció en 50 años. Ahora lo que estamos viendo es un cambio mucho más rápido. Estamos viendo la desaparición bastante rápida del papel como soporte de la información y la aparición de un medio que va a ser muy difícil de sustituir, que es el medio digital, porque es tan barato leer la información en un teléfono, comunicar a través de un teléfono, que eso no hay quien lo detenga.

Entonces es de los que piensa que el papel sí desaparecerá…

Quizá no definitivamente, pero sustancialmente va a desaparecer. Porque lo digital es mucho más fácil, porque no hay que almacenar los libros. En ese caso se quedará lo más imprescindible. Yo creo que se quedarán los libros de arte, ciertos géneros. Más del 50 por ciento de la información en Estados Unidos se recibe a través de los medios digitales y eso va creciendo de una manera exponencial. Pero no pasa nada desde el punto de vista de nuestra profesión. A mí me da lo mismo que me lean en papel como en un ‘kindle’. Ahora se le conoce como articulista pero usted fue reportero y corresponsal de medios.

Si le dieran la oportunidad de volver al reporterismo, ¿qué fuente -o cuáles temas- le gustaría cubrir?

Creo que el género de la entrevista me parece interesante. El periodismo, primero, es una de las profesiones más agradables que existe. No es de las más lucrativas, desgraciadamente, pero sí es una profesión que genera enormes gratificaciones emocionales sobre todo si se puede ejercer con libertad y donde las presiones económicas no existen o son mínimas. Cuando los periodistas estamos sujetos a un tipo de coacción o de presión entonces se convierte no sólo en una profesión peligrosa, sino desagradable. El periodista es uno de los profesionales que más riesgo corre en la sociedad, siendo una persona fundamental, porque es alguien que media entre el poder político y la sociedad, entre el poder económico y la sociedad. Por eso creo que la mejor legislación que existe sobre periodismo es la primera enmienda de la Constitución de Estados Unidos, donde se establece que no se puede legislar en materia periodística, con lo cual se impide cualquier manipulación.

Si injurias a una persona estás sujeta a un juicio por injuria a una persona, lo que no se puede hacer es decir a priori qué es lo que tú puedes publicar o qué no puedes publicar. El gran complemento de la primera enmienda es un sistema judicial independiente, objetivo y bien formado que no esté sujeto a las presiones sociales.

¿Y a quién le gustaría entrevistar?

De las entrevistas que yo hice, que no fueron muchas, la que más disfruté fue la de Pablo Casals, el violonchelista. Lo entrevisté ya muy mayor, tenía más de 90 años, en Puerto Rico. Me contó cosas deliciosas, de cómo él todos los días se podía comunicar con Dios a través del chelo, y cómo completaba esa comunión con Dios abrazado a un árbol que tenía en el jardín. Y ver a ese viejito, genial, gran intérprete del chelo, contando esa historia, contándolo de una manera tan vívida, que tú te dabas cuenta que lo estaba diciendo para él… a mí me pareció conmovedor.

Se estima que seis millones de personas leen semanalmente sus artículos de opinión, textos generalmente muy francos, a veces duros, propensos a crear controversias. ¿Los escribiría con el mismo fervor, con la misma pasión, si supiera que apenas los leen dos o tres personas?

Ah, esa es una buena pregunta. Yo trato de alguna manera de encarnar el punto de vista de los lectores, pero no trato de modificar el punto de vista de quien me lee. Trato de alguna manera de comentar algo en lo que yo creo que tal vez coincida con lo que él quiere que se diga, o con lo que él quiere expresar y no lo expresa porque no es su función profesional, pero soy muy escéptico en cuando a la capacidad del periodismo para cambiar el punto de vista del lector.

Me he encontrado mucha gente a lo largo de los años que me dice: “Estoy de acuerdo con sus artículos”; o exactamente con lo contrario: “Nada de lo que usted dice tiene razón… usted está equivocado”. Claro, porque son personas que tienen ideas distintas. He conseguido también que alguna gente me diga: “Desde que leí algo suyo, ya sea un libro o un artículo, empecé a pensar las cosas, me di cuenta de algo”. Pero lo que no he encontrado nunca es a alguien que me diga: “Cambié mi punto de vista a partir de lo que tú has escrito”.

No estamos para eso, sí estamos para representar, de alguna manera, para encarnar y contar el punto de vista de nuestros lectores. 

Por su historial, vemos que no le teme a las polémicas…

No. A mí no me importan las polémicas. Lo único que sí espero es que sean de cierta altura, que no haya insultos. Creo mucho en una expresión de la sociedad francesa, que es la cordialidad cívica. Tú y yo no tenemos que estar de acuerdo en todo, podemos discutir, con altura, con respeto. No aguanto insultos personales ni hago insultos personales.

¿Qué opina del ambiente de efervescencia por las reivindicaciones sociales que actualmente vive República Dominicana?

Creo que el presidente Danilo Medina seguramente entiende que su función es la del mandatario, la de la persona que recibe el mandato de la sociedad para cumplir la ley y hacer las cosas de acuerdo con lo que la sociedad quiere. Debe ser un obediente servidor público y si lo es va a complacer mucho más a la sociedad dominicana, a la dominicana adulta, con muchas fuentes de información, con un nivel medio de desarrollo, con redes sociales muy complejas, que puede expresar sus preferencias. Lo que debe hacer la clase política es sencillamente subordinarse a esa realidad, no tratar de imponerle la realidad a la sociedad en unos criterios que ella no quiera. Esta no es una sociedad de adolescentes ni de niños, sino de adultos, con mucha gente con capacidad para pensar y para tomar decisiones.

El “Manual del perfecto idiota latinoamericano”, que escribió junto a Plinio Apuleyo Mendoza y Álvaro Vargas Llosa, es objeto de estudio en las universidades y una referencia de la sociedad latinoamericana. ¿Se imaginaban, en 1996, que el libro iba a tener esa repercusión?

No, yo no creí en eso. Yo pensaba que iba a ser un libro que iba a pasar inadvertido. Quien se dio cuenta que iba a tener valor era la agente literaria, Carmen Balcells. Ella fue la que de pronto nos dijo este es un libro que será un bestseller y voy a pedir, a ver si fueron 150,000 dólares. Está loca, dije. Bueno, se vendieron todos. Más de un millón de ejemplares, seguro, se vendieron. Lo que pasa es que nos equivocamos. Nosotros pensamos, cuando escribimos el Manual del Perfecto Idiota Latinoamericano, que estábamos frente al ocaso de un fenómeno político, frente al ocaso del populismo, y que la sociedad finalmente entendía cómo se generaba la riqueza y cómo se perdía. Y no fue así. Cuando el manual iba por la décima edición apareció Chávez en el horizonte como para demostrar que el idiota latinoamericano seguía vivo, peleando y con un enorme respaldo popular todavía… Después escribimos un libro, que se llama “El regreso del idiota”, para admitir que los idiotas éramos nosotros…

Perfil

Carlos Alberto Montaner nació en Cuba en 1943 y vive en España desde 1970. Ha escrito más de 20 libros. El último, “Otra vez adiós” (Suma de Letras, 2012), narra la historia de David Benda (un pintor judío que realizara el último retrato de Sigmund Freud) y con ella los horrores del siglo XX que arrastraron los regímenes totalitarios y la Segunda Guerra Mundial.