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LITERATURA

Manuel Matos Moquete: Un ave fénix

"ARTÍCULOS DE TEMPORADA" ES SU PUBLICACIÓN MÁS RECIENTE

¿Cómo escribir sobre alguien que ha vivido tanto? Fue la primera pregunta al entrevistar a Manuel Matos Moquete. Tamayo En una ciudad del sur profundo, José Antonio, como le conocen en su pueblo, disfrutaba de tal manera la lectura que era considerado por muchos como un “extraño”. El niño se perdía entre libros, hojeaba sus páginas y viajaba a un mundo en el que todo era posible, sin saber que en un futuro viviría de su pasión y que a través de sus obras reflejaría su vida. “Desde niño siempre tuve vocación por la lectura, pienso que la piscología podría tener una explicación, y es que si te pones a analizarlo bien, encontrarás que no encaja, porque de una familia de 30 hermanos y con padres semi-analfabetos el único amante de los libros era yo”, afirma. El escritor sonríe. De repente, parece revivir en el Tamayo de ese entonces, al que llama un oasis en medio del desierto. “Robaba libros; si me los prestabas, los perdías. Cuando hice el octavo curso, frente al Ayuntamiento había una biblioteca y yo la abría y la cerraba a diario; todo el mundo me veía como un anormal por mi carácter introvertido y mi amor a la lectura”. Matos reitera que esa pasión lo definió como persona. “Cuando vine a la capital en 1961, me había leído las mismas obras que todos los jóvenes intelectuales de aquí, y no sé cómo pude hacerlo en Tamayo”, advierte. Abril El “ratón de biblioteca” salió de su pueblo decidido a estudiar y hacer una vida en Santo Domingo, pero la revolución de 1965 tenía otros planes para él. “La guerra me salvó, incluso en término literal, porque entonces estudiaba en la UASD, comía poco y vivía siempre en un activismo político e intelectual que me ocasionó desgaste físico; desde entonces uso lentes. Enfermé y me atendieron los doctores Guillén y Zaglul. Recuerdo que este último me dijo “vete al campo y descansa”. Así que volví a Tamayo en los primeros meses de 1965, y estando en mi casa en un receso del trabajo, oí la alocución de Peña Gómez anunciando el estallido de la guerra. Sin pensarlo volví a la capital y desde entonces, no use más medicamentos”, recuerda. Para el autor de “Los aman tes de abril”, la revolución es un recuerdo maravilloso. “Meses después, vestido de combatiente, me presenté en casa del doctor Guillén y le dije: Mire a su paciente como está de sano. Si no hubiese sido por la guerra, yo estuviera todavía tomando medicinas”. En su “Abril” hay memorias dulces y amargas: “Entre los recuerdos tristes está la pérdida de dos hermanos, y entre los inolvidables vislumbro a un pueblo en armas, tratando de rescatar su dignidad a través del reclamo de la Constitución de 1963”. Al hablar de la revolución, el lingu¨ista asegura que su literatura está llena de imágenes y sensaciones terribles o alegres porque él también ha vivido los mejores y peores momentos. “Estaba en una marcha por San Carlos y caí dentro de la alambrada de los invasores; me vi atrapado con el pantalón y de repente oigo un rastrillar de fusiles. Un soldado gringo me detuvo y me hizo prisionero, quise correr pero no pude. Nunca había estado preso de norteamericanos y tenía noticias de que a quien agarraban lo llevaban a Sans Souci. Me trasladaron a una casa y me pusieron en una especie de balcón; estaba convencido de que me iban a llevar no sé a dónde, hasta que hablé con el custodia y resultó que este sabía español. Me soltaron porque me puse a darle una arenga al guardia, y salí corriendo a la parte alta de la cuidad”. El exilio Luego de la guerra del 65, Matos pasa a formar parte del Movimiento Popular Dominicano (MPD). En 1967 una publicación errada lo llevaría al exilio. “En 1967 asistí al Congreso de la Organización Latinoamericana de Solidaridad, en La Habana. Conmigo participaron Amauri Germán Aristy, por el 14 de Junio y José Israel Cuello por el Partido Comunista Dominicano; ahí estaban casi todos los partidos de la izquierda de América Latina, pero en mi caso hubo un descuido porque en lugar de publicar en el periódico “Gramma” mi seudónimo de “guerra”, apareció mi nombre y el gobierno de turno me exilió. Ahí conocí a Caamaño, quien llegó después”, aclara. El exilio cubano no fue fácil para él: “En un primer momento lloré mucho, fue muy triste porque no esperaba que por la publicación de mi nombre yo me tendría que quedar”. Sobre Caamaño, asegura: “Lo recuerdo como alguien excepcional, me inspira su honestidad; no era un político sino una persona muy honesta. Lo vi en mi trato como alguien que creía en sus ideas, muy laborioso; aprendí mucho de él, era aplicado a lo suyo, hasta el fin”. Para Matos, el destierro es más triste que la cárcel: “No tienes contacto con tu gente; en la prisión, al menos, tienes la visita de tu familia y saben que estás ahí, pero el exilio es como cuando te tiran en un pozo, te abandonan y no sabes de nadie, y nadie sabe de ti”. En el abismo Tras el exilio en Cuba, Matos vuelve a la República Dominicana en una misión para Caamaño. Cae preso, por lo que no pudo participar en la expedición de playa Caracoles: “Si me quedaba en Cuba, también hubiera venido porque era del equipo central de Caamaño, pero cuando él llegó yo estaba en la cárcel todavía”, dice. Ese primer año de presidio resultó desgarrador. “Estaba aislado, duré nueve meses sin contacto humano, más el tiempo que pasé en el sótano del Palacio de la Policía, donde me metieron no sé cuantos pisos abajo y no veía nada; después de adaptarme un poco, veía los cueros cabelludos por el suelo, en los grafitis reconocí nombres como los de Henry Segarrra, y yo, que no he sido muy creyente, recé y pensé que no volvería a vivir”. “Mi familia hacía declaraciones en los periódicos para que me sacaran de ese aislamiento. Entonces, me colocaron en la celda a un preso del PACOREDO, pero eso fue una treta del jefe de la cárcel que me aisló más porque esa gente, cuando estaban en prisión, vivían solos en un rincón y ese hombre desde que llegó lo primero que hizo fue dividir la celda en dos: “ese es tu lado y este es el mío”. Y mi espacio que era para mí lo tuve que compartir. Después discutí con él sobre el cantante Rafael Solano y me acusó de burgués y decidió no hablarme más. Ahí empezó otra lucha para que me dejaran solo”. Pensar en un escritor tras las rejas resulta difícil. Sobre esta experiencia, dice: “Ahí escribía, leía y meditaba mucho; aproveché esos tres años de cárcel para recomponer mis ideas. Y aunque tuve que enfrentar calumnias no me amedrenté”. Su amor por las letras resultó inquebrantable, incluso, bajo las presiones de la cárcel: “Le dije a un amigo que me ayudara a sacar un cuento que había escrito, entonces, usando la terminología de la época, inventé con un papel una especie de “embutido” y lo enrollé. Fue el primer relato que escribí, y cuando regresé del exilio, el amigo me devolvió el cuento tal como se lo di. No lo conservo porque cuando lo volví a leer me di cuenta que lo que había hecho era una imitación de las historias de Juan Bosch”. Su libro de poemas “Abismo” fue otra obra escrita durante su encierro. “Lo tengo para reeditarlo como documento; el contenido es muy importante porque es una reflexión sobre la prisión y la destrucción del ser en la misma cárcel y es que no tenía posibilidad de escoger, leía todo lo que me llegaba a las manos, hasta textos de administración de empresas”. “La France” Al salir de la cárcel en 1975, el gobierno del entonces presidente Joaquín Balaguer lo exilió en Francia. De esta experiencia nació su libro “Los pobladores del exilio”. “Allá viví en una casa de refugiados por recomendación de una amiga, Gladys Gutiérrez viuda Segarra, quien luego fue Secretaria de Estado de la Mujer. Allí conocí a muchos dominicanos, haitianos, chilenos y bolivianos, porque era una época de grandes dictaduras en Latinoamérica”. “Pensaba que no podría regresar al país. Para mí, los pobladores del exilio no son las personas, sino los sentimientos de nostalgia incurable que te acompañan y te asaltan en cualquier momento. Tienes pocas noticias de la familia pero las que recibes son siempre de la madre o del padre que están muriendo, y vives impotente por no estar allá”. A pesar de lo sufrido, Matos resurgió de sus cenizas, como en otras ocasiones: “Le digo a la gente que soy un híbrido cultural, un poco cubano, francés y dominicano porque tengo esa mezcla de países que me marcaron mucho. Cuba, porque tenía 22 años, me dieron muchos golpes internos y tuve que aprender; Francia ya con un proyecto más claro de aprovechar el tiempo porque Camaaño había venido y todos esos movimientos habían fracasado. Llegué con 30 años y decidí terminar mi doctorado en letras sin renunciar a mis ideas”. Izquierda El escritor asegura que la izquierda de hoy está muy fragmentada. De acuerdo a sus palabras, este movimiento fracasó porque “mientras estábamos en Ciudad Nueva privando en héroes, la gente por detrás de los colmados abría su puerta y se inventaban trabajos para alimentar a sus hijos durante los siete meses que duró la guerra. Los primeros sacrificados fueron las familias, las abandonamos y dejamos los trabajos que teníamos para dedicarnos a la política. El pueblo sigue igual porque nunca nos escuchó y nosotros no lo escuchamos”. Matos concluye que la juventud desea cambios, pero no encuentra las vías. REFLEXIONES Y MEMORIAS En el exilio, Matos vivía una vida que no era la suya y su espíritu independiente le ayudó a tomar decisiones que lo convertirían en el escritor reconocido de hoy. “Necesitaba dedicar tiempo para ejercer mi vocación y esa decisión la tomé en la cárcel. Corrieron años y no tuve oportunidad de enamorarme, o bien pude enamorarme, pero no me gustaba tener novias yo corriendo en la clandestinidad o en el exilio y la pobre muchacha esperando siempre. Hoy día relato algo y me vienen imágenes de aquellas experiencias y las incluyo”. En un momento, Matos se vio como “militante profesional” y le dio repugnancia: ”Yo ejercí esa profesión durante un tiempo y fue terrible, porque muchas veces para conservar tu status tenías que acomodarte a las tendencias del poder y ahí experimenté esa sensación para mi terrible e indeseable; eso fue lo que me hizo renunciar totalmente de la política”. Hoy día, el escritor se siente orgulloso de su vida “Soy un hombre feliz, me siento realizado con lo que hago. No voy a sitios para que me vean, me levanto a las tres de la madrugada y escribo. Es un placer ver publicado el libro y que la gente se te acerque, esa es la única vanidad que siento con orgullo”.

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