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TRABAJO VIRTUAL

Cómo me monitorea mi jefa mientras trabajo desde casa

Ahora que millones de nosotros estamos trabajando desde casa durante la pandemia del coronavirus, las compañías están buscando maneras de asegurarse de que estemos haciendo lo que debemos. (Alana Celii/The New York Times)

Ahora que millones de nosotros estamos trabajando desde casa durante la pandemia del coronavirus, las compañías están buscando maneras de asegurarse de que estemos haciendo lo que debemos. (Alana Celii/The New York Times)

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The New York TimesLondres, Reino Unido

El 23 de abril, comencé a trabajar a las 8:49, leyendo y respondiendo correos electrónicos, explorando las noticias y revisando Twitter. A las 9:14, hice cambios a un artículo de próxima publicación y leí notas de entrevistas. Para las 10:09, tras haber perdido el ímpetu laboral, leí sobre la aldea irlandesa donde Matt Damon estaba pasando la cuarentena.

Todos estos detalles —desde los sitios web que visité hasta mis coordenadas GPS— estaban disponibles para que mi jefa los viera.

Esta es la razón: ahora que millones de nosotros estamos trabajando desde casa durante la pandemia del coronavirus, las compañías están buscando maneras de asegurarse de que estamos haciendo lo que debemos. Ha aumentado la demanda de programas que pueden monitorear a los empleados, con software que da seguimiento a las palabras que tecleamos, toma fotografías con la cámara de nuestra computadora y da a nuestros gerentes un desglose de quién está pasando demasiado tiempo en Facebook y no lo suficiente en Excel.

La tecnología plantea preguntas complicadas en torno a la privacidad y acerca de dónde trazan los empleadores la línea entre mantener la productividad de una fuerza de trabajo que labora desde casa y la vigilancia perturbadora. Para tratar de responderlas, usé este programa espía en mí.

El mes pasado, descargué un programa de monitoreo de empleados creado por Hubstaff, una compañía de Indianápolis. Cada tantos minutos, tomaba una fotografía de los sitios web que exploraba, los documentos que estaba redactando y los sitios de redes sociales que visitaba. Desde mi celular, marcó los lugares a los que fui, incluyendo un trayecto en bicicleta de dos horas alrededor del parque Battersea que hice con mis hijos a la mitad de una jornada laboral. (¡Uy!).

Para completar el experimento, le di a mi editora, Pui-Wing Tam, el mando del programa Hubstaff para que pudiera dar seguimiento a mis actividades. Después de tres semanas de monitoreo digital, el futuro de la vigilancia laboral nos pareció excesivamente invasivo. O, como ella dijo: “Guácala”.

Semana 1

Adam: Descargué Hubstaff en mi computadora portátil sintiéndome algo escéptico. Ya había escuchado hablar sobre este tipo de herramientas que han sido utilizadas en las firmas de Wall Street durante años, principalmente en nombre de la seguridad, y los empleados rara vez pueden tomar algún tipo de decisión sobre la manera en que eran vigilados.

Dave Nevogt, fundador y director ejecutivo de Hubstaff, quien me dio una prueba gratis de su programa de suscripción, dijo que las órdenes de quedarse en casa durante el brote de coronavirus habían convertido en un éxito los programas de monitoreo de empleados. Las pruebas del programa de Hubstaff, que cuestan de 7 a 20 dólares al mes por usuario, se han triplicado desde marzo, comentó.

“El mundo está cambiando”, me dijo Nevogt. Los trabajadores saben que están siendo observados, así que no viola su derecho a la privacidad, agregó.

Una característica principal de Hubstaff es un monitor de actividades que les da a los gerentes un vistazo de lo que está haciendo un empleado. Desglosado en incrementos de diez minutos, el sistema recoge el porcentaje de tiempo que el trabajador ha estado tecleando o moviendo el ratón de la computadora. Ese porcentaje funciona como un puntaje de productividad.

Traté de aceptar la retroalimentación. Todos los días, nos enviaban a Pui-Wing y a mí un correo electrónico con el panorama de mi día: las horas trabajadas, la calificación de productividad, así como los sitios web y las aplicaciones que estaba utilizando.

Un día el mes pasado, cuando estaba poniendo los últimos toques a un artículo, pasé tres horas con 35 minutos editando el documento y una hora con un archivo, llevando a cabo investigación y notas de entrevista. Pasé otros 90 minutos encargándome de mis correos electrónicos.

Ese fue uno de los días más productivos, pero el programa aun así había tomado en cuenta mis actividades extralaborales. Mostró que estuve en Twitter 35 minutos y perdí 11 minutos buscando canciones en Spotify. Slack, la herramienta de colaboración, absorbió 22 minutos. Otros días, la comida era una distracción habitual, incluyendo una búsqueda de 10 minutos de pizza a domicilio.

Hubstaff también registró mis coordenadas GPS, una función que, según Nevogt, principalmente usan otras compañías que quieren asegurarse de que los vendedores están visitando a sus clientes. Dado que Londres ha estado en confinamiento desde finales de marzo, hubo pocos movimientos que registrar. El programa principalmente me vio trotando por un parque cercano. Y también registró el momento en que fui a una vinatería.

Semana 2

Adam: Una vez acostumbrado a la vida bajo vigilancia, tomé la decisión cuestionable de dejar que Pui-Wing tuviera acceso a los registros.

“Estás aceptando no despedirme, juzgarme o chantajearme por lo que descubras”, le escribí en un correo electrónico de antemano.

Pui-Wing: Sentí curiosidad; lo admito. Sin embargo, también me mostré reacia, ¿de verdad queremos ver dónde está una persona cada minuto o saber la frecuencia con que usa Twitter?

A pesar de esas reservas, abrí el programa y vi un tablero. Mostraba varias categorías, incluyendo capturas de pantalla de la computadora de Adam, sus horarios, aplicaciones y direcciones URL que había visitado, así como los lugares donde estuvo.

Di clic en las capturas de pantalla y vi que Adam había estado en línea 9 horas, 42 minutos y 17 segundos el día anterior. Las decenas de capturas de pantalla incluían las de una conferencia de Google Meet en la que Adam había participado, las cuales se mostraban como fotografías de acercamiento extremo con los rostros de varios colegas.

Rápidamente regresé al tablero principal. Ahí vi que la actividad de Adam de la semana era de un decepcionante 45 por ciento. Después me explicó que esa cifra no reflejaba con precisión el tiempo que pasó trabajando porque solo se activaba cuando tecleaba, no cuando hacía llamadas telefónicas ni otras actividades lejos de la computadora. Claro.

Adam: Pude ver el atractivo de Hubstaff para los empleadores que se sienten nerviosos de desperdiciar dinero en una economía frágil. Nevogt me presentó a Chris Heuwetter, quien dirige una compañía de mercadotecnia en Jupiter, Florida, llamada 98 Buck Social.

Heuwetter dijo que había visto las horas de trabajo colapsar después de que permitió que sus veinte empleados trabajaran desde casa durante el brote del virus. La compañía estaba enfrentando una caída de ventas, pero Heuwetter dijo que algunos empleados no comenzaban a responder a los mensajes sino hasta después de las 10:00. Las respuestas a las preguntas de los clientes también se lentificaron.

Así que comenzó a usar Hubstaff el 31 de marzo. Una vez que lo hizo, los niveles de productividad de sus empleados aumentaron “inmediatamente”.

Me sentí identificado. Hubstaff estaba comenzando a afectar mi comportamiento. Todos los días, entraba temprano porque estaba registrando el horario continuo de mis actividades. Puesto que sabía que estaban vigilando lo que hacía en línea, no pasé (tanto) tiempo leyendo sobre deportes y rara vez abrí las aplicaciones de mensajería en mi laptop, pues me sentía nervioso de que hubiera una captura de pantalla que revelara un intercambio privado.

No obstante, mis puntajes de actividad siguieron siendo testarudamente bajos, generalmente del 30 al 45 por ciento. El 14 de abril, Hubstaff mostró que había trabajado casi catorce horas, no obstante, tenía un puntaje de productividad del 22 por ciento.

Semana 3

Adam: El momento en que ya no quise ser monitoreado llegó el 23 de abril a las 11:30, cuando Hubstaff me atrapó en una clase de ejercicio en internet. Para cuando me di cuenta de que no había salido de mi sesión, el programa había capturado otra imagen de la entrenadora mientras se preparaba para dar la clase en su sala.

Aunque este era solo un experimento, no lo hacía menos vergonzoso e invasivo. Además, va más allá de que te atrapen haciendo ejercicio a mitad del día. ¿Qué pasa si otras capturas de pantalla exponían información confidencial de salud o financiera?

Confío en Pui-Wing, pero los sistemas de monitoreo tienen pocas salvaguardas para evitar los abusos y dependen de que los gerentes ejerzan su juicio y su control.

Pui-Wing: Afortunadamente, no vi la clase de ejercicio en internet de Adam. Después de echar un vistazo a las métricas de Hubstaff, quedó claro que no capturó los momentos en que reportaba desde el campo o hablaba con fuentes. Por lo tanto, era irrelevante, por lo menos en cuanto a la manera en que trabajamos.

Además, ¿mencioné que fue desagradable ver tanta información sobre alguien? No volví a entrar al programa.

De vez en cuando, echaba un vistazo a los correos electrónicos que Hubstaff enviaba sobre Adam. Mostraban un puntaje de productividad del 30 por ciento y, a veces, se acercaba al 50 por ciento. Me reí cuando me di cuenta de que comenzó a pasar más tiempo en sitios de noticias conforme cambiaba su comportamiento.

Adam: Al final, traté de burlar totalmente el sistema de Hubstaff. Mientras escribo esto a las 11:30 del 24 de abril, estoy a punto de servirme un poco de café y pasar algo de tiempo con mis hijos encerrados. Pero planeo dejar un documento de Google Doc abierto en mi computadora para que Hubstaff pueda capturar una imagen y hacer que parezca que estoy trabajando.

Aunque mi editora diga que no está viendo mis actividades, es solo por si acaso.

Adam Satariano, corresponsal de tecnología de The New York Times, trabaja desde su casa en Londres en esta captura de pantalla. (Adam Satariano/The New York Times)