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El parto: una experiencia humana, emotiva y empática

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Rosmery MéndezEspecial para LD

El término parto humanizado durante décadas ha generado desacuerdos y opiniones encontradas. En América Latina y Europa las ‘doulas’, persona dedicada a ayudar a las embarazadas, y gran parte del personal de salud prefieren llamarlo nacimiento humanizado, parto respetado o parto digno.

Orígenes de la expresión Para entender un poco el concepto, hay que remontarse a la Edad Media, siglo XVII, según el documento “Nacimiento humanizado. Aportes de la atención intercultural a las embarazadas”, en aquella época, los colegios de médicos se apropiaron de la atención del parto y, desde su enfoque médico, lo abordaron y atendieron como una enfermedad. Acostaron a la mujer para comodidad de ellos mismos durante la atención e inventaron diferentes herramientas, como el fórceps, para facilitar su práctica médica. Desde ese entonces lo que debía ser uno de los momentos más emotivos para las mujeres, se convirtió en un proceso técnico rápido y frío, por lo que luego, surgieron nuevas corrientes para que las mujeres vuelvan a tener un parto con las menores intervenciones médicas posibles, en la que el doctor es más un apoyo por si ocurre algún problema durante el nacimiento del bebé.

Proceso actual La ginecóloga obstetra y laparoscopista, Yahaira Olivares, explica que el parto respetado incluye ofrecerle un trato diagnóstico y respetuoso a la mujer que aborde lo sociocultural y emocional, “dándole a las pacientes empoderamiento durante la atención, además de evitar la intervención innecesaria de fármacos. Y algo importante es que ella tiene el derecho de elegir quién la acompañe en su labor de parto”. La gineco obstetra asegura que, aunque en el país aún falta mucho por trabajar en ese sentido, se está avanzado. Olivares indica que en el que caso de los centros de salud donde aún no permiten el acompañamiento familiar a la sala de cirugía durante la labor de parto, el personal médico le brinda todo el apoyo y se respetan sus derechos al igual que al recién nacido. Sary Méndez, doula de parto, entrenadora prenatal y fundadora de @Naciendord, sostiene que el respeto no se circunscribe solo hacia parto vaginal. “En una cesárea también se puede propiciar ambientes tranquilos, adecuados y en paz. Siempre informando a las familias sobre lo que sucede en todo momento, respetando los tiempos del embarazo y fomentando el contacto piel a piel y la no separación madre/bebé luego del nacimiento”. La doula explica que estudios han determinado que los bebés que tienen contacto piel a piel en las horas después de nacer tienen temperaturas y niveles de azúcar en la sangre más estables, lloran menos, entre otras ventajas que los que son colocados en un moisés (tipo de cuna) o envueltos en mantas alejados de sus padres. Al preguntarle sobre el desconocimiento del tema, que en algunas clínicas tiene el personal de salud durante el parto e inicio del puerperio y cómo podemos mejorarlo en el país, Sary puso como ejemplo algunas prácticas que utilizan otros países para mejorar las condiciones de la mujer embarazada. “Lo primero es que mantienen los deseos de la mujer, tanto de salud, físicos y emocionales; y segundo, tienen como personal principal a las parteras (matronas, comadronas, enfermeras obstétricas), como las proveedoras principales de atención para mujeres sanas con embarazos sanos, dejando así a las mujeres que presentan ciertas condiciones de salud y embarazos de alto riesgo a los especialistas (obstetras)”. Sary asegura que en el caso de que las mujeres durante el embarazo presenten ciertas condiciones de salud o sean de alto riesgo, entonces deben tener un embarazo y parto controlado por los ginecobstetras.

Papá presente

Antes de entrar a la sala de cirugía, Janira Cuevas pidió a la doctora que su esposo Yorki Castro fuera quien cortara el cordón umbilical de su bebé al momento de nacer. Castro lo describe como “la mejor experiencia que jamás imaginé”. Hace apenas unas semanas que su esposa entró a quirófano para traer al mundo a su pequeña, y asegura agradecer el hecho de que la ginecóloga respetara sus decisiones, y de que él fuera parte del proceso.