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Saulo Hidalgo: “Dios saca algo bueno de lo malo, aunque no lo veamos en el momento”

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Lily Montaño GrullónSanto Domingo

La humanidad está viviendo tiempos de cambios en todas las áreas. La crisis sanitaria que vive el mundo ha provocado preocupación, ansiedad, desesperanza, inseguridad y pérdida de fe en muchos casos. El predicador, escritor y conferencista católico Saulo Hidalgo ofrece algunas orientaciones sobre el momento actual.

Al preguntarle por qué se piensa que Dios se ha olvidado de la persona o de la humanidad cuando pasan cosas que se interpretan como malas, responde: “En una ocasión, cuando había perdido todo y la esposa le inquirió esta misma pregunta, Job respondió: ¡Resulta que estamos dispuestos a recibir de Dios lo bueno y no lo estamos para recibir lo malo! (Job 2, 10). La verdad es que la naturaleza humana siempre va dirigida a buscar un culpable de todo y Dios, que no se defiende, es quien recibe la mayor fuerza en los ataques. Cuando nos vienen cosas malas, enfermedades o pérdidas, en lugar de dedicarnos a sufrir buscando un porqué o un responsable, necesitamos aprender esas lecciones que no se aprenden de otra manera. En mis momentos difíciles, he aprendido que siempre Dios saca algo bueno de lo malo, aunque no lo veamos en el momento”.

Muchas veces se ven las catástrofes como la que se vive actualmente como un castigo de Dios. ¿Es esto así, Dios castiga? En opinión de Hidalgo, Dios no castiga. “Corregir no es castigar y castigar no es corregir. Hay ocasiones en que es necesario experimentar el dolor y la desgracia para que uno pueda cambiar. Hay personas que hasta que no tocan fondo, no se dan cuenta de lo equivocados que estaban. Caen una y otra y otra vez y no cambian. Le destruyen el corazón a su familia y siguen como si nada estuviese pasando. Entonces, llega una desgracia y hasta ahí se dan cuenta que había que cambiar”.

El predicador afirma que servir a Dios no es una vacuna contra enfermedades o desgracias, más bien es una seguridad de que cuando lleguen las desgracias o las dificultades, se tendrá la fuerza, la capacidad y la confianza de que Dios no nos abandonará, “que saldremos adelante sea cual sea la situación. Servir a Dios es garantía de que estamos haciendo lo que a Él le agrada y que Él nos sostendrá y nos sacará adelante”.

El conferencista dice que muchas veces ver a Dios es difícil, aunque todo marche bien. “En los momentos difíciles es aún peor. Hasta los discípulos no vieron a Jesús en la tormenta. Estaban más dispuestos a ver fantasmas que a Dios. No estoy diciendo que Dios no esté presente en las tormentas o en los momentos buenos de nuestra vida. No quiere decir que Dios no esté en la tormenta. A veces se tarda en aparecer como sucedió en esa ocasión (Mateo 14, 22-ss). El problema reside en lo que queremos ver. El miedo pone nuestra mente a ver lo que ella quiera ver. Pero la fe te hace ver a Dios, escuchar a Dios y sentir su presencia en todo momento y en todo tiempo. La fe te hace controlar el miedo y vencerlo”, sostiene.

Enseñanzas de la crisis de salud

Hidalgo dice que saldremos de esta pandemia más conscientes, humanos y saludables. “Cuidaremos más nuestra salud, le daremos más valor a nuestros viejos. Pondremos más atención a cuidar la vida, que es el regalo más valioso que tenemos. Entenderemos que no es tan importante la vanidad y que el poder no sirve para nada ante situaciones como estas. Valoraremos a los que se han dedicado a cuidarnos y a servirnos a pesar de los riesgos”.

Su mensaje para vivir aún en el dolor, la ansiedad y la incertidumbre es sencillo: “Paz en medio de la tormenta”.

“Dios es más grande que el coronavirus, que el desempleo y que la inseguridad. Es tiempo de humillarnos ante Él, pero de verdad. Tenemos que tomar decisiones serias. La palabra crisis, viene del griego krisis que significa ‘decisión’. Estar en una crisis es estar en un momento decisivo en el cual tenemos que decidir la vida y no la muerte, la verdad y no la mentira, la justicia y no la injusticia, la solidaridad y no el egoísmo. Siempre queremos lo fácil, buscamos pegarnos de alguien que diga que con hacer un rito o una oración, se acabará el problema. Esto no es asunto de hacer un rito un día o una oración un día. Es asunto de cambios. Hay que trabajar en cambiar. Hay que esforzarse. Todo mundo quiere lo fácil, que otro ore, que otro haga. Hay que estudiar, hay que orar, hay que ir a la iglesia siempre, no solo en la crisis y un día tal vez. Es tiempo de abandonar el estilo de improvisación, de vivir como si nada importara, y levantar la mirada al cielo”, afirma .

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