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REFLEXIÓN

Adviento con María

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Teresa Valentí Batlle M.C.J.Santo Domingo

Estamos invitados a vivir días de expectación esperanzada. Alguien viene. Es tiempo de salir al encuentro del Señor. Tiempo de salir de nosotros mismos para incorporarnos a su presencia. Necesitamos vivir despiertos para percibir nuestra realidad; mirar nuestro corazón, escudriñar en él la auténtica crisis que está viviendo la humanidad: egoísmos, guerras, violencia. Niños violados. Adultos que mueren asesinados por un poder maléfico, el del fusil. La humanidad, falta de recursos interiores, ha perdido la esperanza. San Pablo nos invita a despertar: “Sepan que es hora de despertar del sueño. La noche está avanzadaÖ”. ¡Vigilad! ¡Vivid atentos! Los cristianos estamos llamados a vivir una esperanza despierta, creativa, consciente y comprometida, despojándonos de todo aquello que cierra horizontes; abriendo espacios de humanidad, de ternura en nuestro entorno. Una ternura que trascienda como una gran luz que va a llegar para todos. La paciente espera de Adviento es una oportunidad para magnificar el corazón; al ensancharlo, daremos cabida a todo lo que durante el año hemos olvidado: acoger, compartir tiempo, bienes, alegría y esperanza. El Adviento con María tiene una dimensión de tranquilidad serena, confiada en Dios. Su expectación es de asombro, de paz y certeza en el amor que ha engendrado. María puede enseñarnos a esperar la venida íntima de Dios en nosotros. María silenciosa, orante, pobre y humilde, es maestra en el arte de la esperanza. Este es un tiempo de vivir su cercanía, su amistad y la expectación que la embarga. El hijo que lleva en sus entrañas bulle ya en el deseo de comunicarnos vida esperanzada. Cada sentimiento esperanzado alimenta un deseo íntimo, escondido, sólo visible al que ama. El Adviento con María implica el deseo de engendrar en nuestras entrañas el conocimiento del Hijo. La Divinidad se hace Humanidad. En esa expectación espectacular, damos un repaso a nuestras redes interactivas. Queremos conectar con lo más profundo de nuestro ser donde reside la fe, el amor y la esperanza. Francisco, obispo de Roma, nos habla de una vigilancia activa, expectante. Es una llamada a la fidelidad. Nos impulsa a la acción. Es hora de trabajar activamente, luchar, arriesgar, humanizar la vida, orientarla hacia su verdadero futuro.

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