PUNTO DE MIRA
Omar no hace caso a cantos de sirenas
Una charla con Omar Fernández es agradable porque tiene una gran madurez y objetivos claros, algo escaso en los jóvenes porque fama y poder se convierten en droga poderosa y destructiva. En la política hemos visto muchos ejemplos.
En estos días escuché decir al senador capitaleño que su sueño es ver nuevamente a Leonel Fernández subir las escalinatas del Palacio Nacional porque es el único capaz de enderezar el rumbo del país. Al decir del joven político, las perspectivas son sombrías y se requerirá de su experiencia y capacidad para reencauzarlo por la senda del progreso como en 2004.
La conversación no era sobre Leonel sino las perspectivas electorales presidenciales del joven político, pero nos explicó que su tarea es hacer una buena senaduría y continuar su formación que sería ayudada con el ejercicio presidencial que hará el líder de la Fuerza del Pueblo.
Omar es un caso singular de la política nacional. Es querido por hombres y mujeres, jóvenes y viejos, ricos y pobres de todos los partidos que creen que él es un futuro presidente de la República y le expresan su solidaridad. Pero el senador camina con tiento para discernir el elogio sincero del grano envenenado porque sus adversarios ocultos no cejan y quieren enfrentarlo al progenitor.
Esos enemigos embozados son los cantos de sirenas de la mitología griega y romana: fama, poder, envidia, falsos elogios, odio, zancadillas, seducciones... Son muchas y variadas las tentaciones que los humanos deben sortear para poder llegar a su objetivo. Solo los servidores reales de los intereses populares sobreviven. Es un camino de sufrimiento, engaños y soledad en el que viven los vituperados lideres políticos.
Otra singularidad que se percibe en Omar y que habla bien de sus padres es que él tiene la herencia de fama de un líder y la porta con hidalguía. Normalmente los hijos de líderes no son bien criados porque el padre concentra su tiempo en resolver problemas nacionales y los vástagos no se desarrollan plenamente.
Se sabe que Omar nació en la política y en ella se desarrolla con normalidad. A la gente le cae bien porque no es engreído ni fatuo, nunca usa el poder para sacar ventaja y tiene esa sencillez y amabilidad de su padre. Es placentero conversar con él. Sus enfoques sobre el futuro del país evidencian que tiene buena madera y el pueblo lo percibe así.
La política dominicana tiene en Omar un caso singular que fue puesto a prueba en las elecciones del 2024 y el pueblo vario pinto, no solo fueron los miembros de la FP, lo que votaron y pudo derrotar al gobierno que se le plantó en el medio con todos los poderes.
Omar trilla un terreno minado que mira con sus ojos rasgados y una sonrisa de juvenil optimismo mientras esquiva las balas almibaradas. Mientras otros corren desesperados tras el poder, él se toma su tiempo. Es un buen ejemplo.
Los jóvenes políticos de otros partidos deben aprender a esperar y formarse para servirle mejor al país.