Carnaval y cristianismo
El carnaval es una festividad llena de color, alegría y desenfreno, la cual cuenta con una larga y compleja historia que se remonta a las antiguas culturas paganas. Con la llegada del cristianismo, esta celebración se vio envuelta en una danza entre lo profano y lo sagrado, generando debates y controversias que persisten hasta el día de hoy.
El carnaval es una celebración que tiene lugar en los tradicionales países cristianos justo antes del inicio de la Cuaresma. De hecho, la palabra “carnaval”, viene de “carnem levare” que significa “adiós a la carne”, ya que, durante los siguientes cuarenta días, desde la Cuaresma hasta la Pascua, los cristianos evitan comer carne roja.
Hoy, desafortunadamente, tenemos carnaval sin Cuaresma, se impone un sano equilibrio de estas dos realidades. Tomar conciencia de que, “La Cuaresma es el tiempo de gracia en el que el desierto vuelve a ser, como anuncia el profeta Oseas 2,16-17, el lugar del primer amor”. “Es tiempo de conversión y tiempo de libertad”, como lo asevera, y explica el Papa Francisco que “el desierto es el espacio en el que nuestra libertad puede madurar en una decisión personal de no volver a caer en la esclavitud” para recuperar la membresía del Reino de Dios.
El Santo Padre subraya que el Reino de Dios no es un espectáculo, ni “un carnaval”, “no ama la publicidad”. Es el Espíritu que lo hace crecer, no “los planes pastorales”; la vida cristiana no es un carnaval; no es una fiesta y alegría continua, porque la vida cristiana tiene momentos fascinantes y momentos espinosos, momentos de agobio, de desamor, donde parece que nada tiene sentido, y momentos de desolación. Una cosa es clara, “el Reino de Dios no se deja ver con la soberbia, con el orgullo, no ama la publicidad: es humilde, está escondido y así crece.
Cuando Fiódor Dostoiewski escribió Crimen y Castigo, Raskolnikov, el protagonista de la obra, se levanta como un superhombre y pretende situarse por encima del bien y del mal. Para demostrarlo, comete un homicidio, convenciéndose de que no debe observar ninguna ley moral: eximiéndose del pecado, pero no puede sobreponerse a su conciencia, que le grita que es un criminal.
La Biblia no alude explícitamente al carnaval ni a la Cuaresma, pero ofrece principios que ayudan a entender tales realidades desde una perspectiva cristiana. Verbigracia, advierte sobre los peligros de vivir según los deseos de la carne, que son contrarios al Espíritu Santo: Gálatas 5,16-17: “Por eso les digo: caminen según el espíritu y así no realizarán los deseos de la carne. Pues los deseos de la carne se oponen al espíritu y los deseos del espíritu se oponen a la carne”. Asimismo, Gálatas 5,19-21 también señala las obras de la carne: “adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías”. Tales obras son incompatibles con el Reino y con los frutos del Espíritu indicados en Gálatas 5,22-23: “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza”.