QUO VADIS
La huelga suspendida
Durante los días 22, 23 y 24 de julio de 1987 se escenificó una de las huelgas más grandes que se recuerdan en la historia dominicana, por el alza de los productos de primera necesidad, la escasez de gasolina y los apagones constantes.
Ante esa situación de paro general, el presidente Joaquín Balaguer, el día 24 de julio invitó a los sindicalistas protagonistas de la huelga para escucharlos y negociar con ellos la suspensión de la misma.
Al llegar al salón comedor del segundo piso, donde se celebró la reunión, uno de los líderes sindicales le pide al Presidente que querían hablar sin la presencia de los militares que estaban dentro del salón.
Este pedido fue porque el jefe de la Guardia Presidencial, Sancito Caro Brito, los había ordenado para que no entraran al salón con el escándalo que hicieron por los pasillos palaciegos.
Balaguer dio instrucciones de que salieran todos los militares, sólo quedando el personal de protocolo al que se le asignó la tarea.
En esa reunión estaban participando Rafael Bello Andino, secretario de Estado de la Presidencia, Mario Reid Vittini, consultor Jurídico del Poder Ejecutivo, Aníbal Páez, Mariano Negrón, presidente la Confederación Nacional de Trabajadores Dominicanos (CNTD) y un grupo de sindicalistas.
Balaguer inició sus palabras expresándole a todos, que ya el Gobierno estaba tomando acciones para mitigar las cargas inflacionarias con compensaciones sociales a los sectores más necesitados del país.
Se levantó un líder sindical para reclamarle que: “No podían ir a los supermercados por el alto costo de los alimentos, mientras ustedes los de Gobierno viven mejor que todos”.
Balaguer ante los argumentos de los sindicalistas tomó la palabra con cierta incomodidad. Y les replicó: “Todos ustedes viven mejor que yo. Y si hablamos de comunismo, ninguno de ustedes es más comunista que yo”. Todos quedaron absortos ante tal afirmación y continuó: “ninguno de ustedes viven en condiciones como la mía: en un anexo de la casa, durmiendo en una cama colombina de las antiguas, con una bacinilla de metal para mis urgencias urinarias nocturnas y con un techo de zinc donde a veces me gotea en la cara la lluvia cuando cae”.
Preguntaba de manera estridente: “quién de ustedes vive en mis condiciones?. Y eso que quien les habla ejerce la más elevada función del Estado. Díganme quien de ustedes vive así?”.
“Yo creo en el pueblo, lucho por sus condiciones de vida, me duele cuando me dicen que una madre no tiene que darle a su vástago y siento en mi propia carne el dolor que puedan sufrir”.
“No soy yo el que padezco esta huelga, sino ustedes mismos: sus familias y el pueblo dominicano. Les pido por la misericordia de Dios, que suspendan en este momento esa barbarie. Les prometo hacer todo lo que esté a mi alcance para mitigar esas penurias”.
Y al terminar la reunión: La huelga se suspendió. Nadie pudo rebatirle, porque todos vivían mejor que él.