Ideando
descenso moral y profesional
Por el trato y la distinción que le dispensan algunos sectores de la sociedad dominicana a ciertas figuras “notables” de la comunicación en el país y la valoración que les confieren con dicho trato, parece que la manera ideal de tener “éxito” en este oficio es quebrantando las normas morales y llevando a los medios obscenidades y groserías que antes eran inaceptables.
Ya nadie se horroriza cuando escucha el lenguaje de algunas figuras estelares de medios digitales y espacios tradicionales de televisión y radio.
La decencia brilla por su ausencia.
La trivialidad de los temas, así como la manera de tratarlos, no solo embrutece a la gente, sino que le inyecta un lenguaje mediocre y vulgar.
Las personas que hablan por radio o por cualquier medio de comunicación, no tienen que ser inteligentes ni superdotados en el buen decir y en conocimientos, pero si están obligadas a ser decentes, prudentes, inofensivas. Deben tener un mínimo de recato moral.
El fenómeno está arropando la industria de la comunicación y está destronando la vergüenza y el pudor.
Lo que antes era un oficio digno, una tarea que se ejercía con ciertos pruritos morales; una labor donde la gente se esmeraba en expresarse con elegancia y hacerse notable en base a un buen manejo del idioma, hoy ha sido invadido por una recua de imbéciles y desvergonzados que viven de su ignorancia y de su vulgaridad.
Ciertamente ha habido un descenso moral y profesional en la forma de ejercer esta labor. El irrespeto campea libremente y se expresa con un desparpajo mayúsculo. La competencia es por el que derroche mayor cantidad de improperios. Y esto es consecuencia de toda la mediocridad que se anida detrás de un micrófono o delante de una cámara. Ese facilismo que galopa detrás de fama y notoriedad social sin importar cómo lo hace ni a quien lastime al hacerlo. Ahora lo importante es sonar, hacerse notar, ya sea con innobleza o con estupidez. El escándalo es la meta.
Los méritos se obtienen con chantajes, con agravios, con insinuaciones de todo tipo, con amenazas triviales, sobrepasando los límites de la expresión del pensamiento, etc., y en vez de castigo, a todo el que trilla ese estilo se le distingue y hasta se le premia.
Al gobierno le toca limpiar y ordenar toda esta incuria y provocar un cambio en esta tabla de valores.
En ese sentido respaldamos la iniciativa del presidente en relación a los difamadores y violadores de los códigos de la decencia y el buen comportamiento en los medios, los cuales, según lo dicho por el presidente Abinader, no deben ser apoyados por la publicidad oficial como un mecanismo de preservar la democracia y al mismo tiempo las buenas formas en la sociedad dominicana.
Bien hecho, presidente.