Desde mi pluma
Las pausas sanan
Hace un par de días leí algo que me pareció digno de compartir: "No tengo que explicar que necesito un descanso, ni siquiera a mí mismo. Descansar no es algo que deba ganarme."
Me pareció tan acertado y oportuno meditarlo, porque vivimos en un mundo donde el exceso de productividad se sobrevalora y casi se sataniza el tiempo libre. Parece que el único camino al éxito es trabajar sin descanso, como si hacer una pausa fuera un pecado.
Es triste llegar al punto de sentir que solo avanzamos cuando pisamos el acelerador hasta el fondo. Nos cuesta entender que, incluso si reducimos la velocidad un momento, igual llegaremos a nuestro destino. Y no hablo de carreteras ni de conducción. Hablo de la vida misma.
Nos exigimos tanto que, cuando nos sentimos cansados, buscamos justificarlo. "Me merezco un descanso porque trabajé mucho", decimos. Pero ¿y si descansamos simplemente porque es necesario? Así como organizamos nuestro día para cumplir responsabilidades, deberíamos hacer lo mismo con nuestro bienestar. Incluir en la agenda horas de sueño, tiempo para relajarnos, compartir con nuestros seres queridos y cuidar nuestra salud física y mental.
El descanso no es perder el tiempo, es recargar energía para seguir adelante. Es como cuando un celular se queda sin batería: no importa cuán bueno sea, si no lo cargas, simplemente deja de funcionar. Lo mismo pasa con nosotros. No esperemos a estar completamente drenados para darnos permiso de parar.
La productividad no debería medirse solo en base a cuánto hacemos, sino también en cómo nos sentimos mientras lo hacemos. Porque de nada vale alcanzar metas si, en el proceso, nos agotamos al punto de no poder disfrutar los logros.
Así que este es un recordatorio, para ti y para mí: no hay que ganarse el derecho a descansar. Es parte de vivir.