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SIN PAÑOS TIBIOS

El gobierno empolló esos huevos

Las sociedades funcionan sobre reglas. Algunas –escritas– son la expresión del poder que ejerce la clase gobernante. Otras, no escritas –“códigos morales”, costumbres o “normas”–, constituyen su fundamento moral, en tanto proyecto compartido entre individuos que renuncian a ciertos niveles de libertad individual a cambio de que los demás hagan lo mismo, para así poder vivir en sociedad.

Educación doméstica, respeto, civismo, valores patrios, cortesía, decencia, etc., más que “expresiones pequeño burguesas”, son fundamentos que sostienen todas las sociedades. El éxito evolutivo del sapiens se debió no sólo a una increíble conjunción de coincidencias o a su condición omnívora, sino también a su naturaleza social. Porque ser humano es ser capaz de vivir en sociedad; porque en palabras de Aristóteles: “el hombre solitario es una bestia o un dios”.

En democracia siempre será un desafío conciliar libertad y libertinaje; la libre expresión del pensamiento con las leyes que regulan la expresión y difusión de ese pensamiento. Rosseau –liberal como el que más– pensaba que “la libertad de uno termina cuando comienza la libertad del otro”. En ese punto puede que radique el debate de estos días, a propósito de señalamientos hechos a algunos periodistas sobre su supuesta vinculación (aún no probada) de vínculos contractuales con la USAID (actividad lícita, por demás); o, más allá, el dilema de si en nombre de una libertad de expresión ejercida de manera irresponsable, no se vulneran [otros] derechos de los demás.

Que el presidente de la república reflexione en torno a ello dice hasta dónde está llegando el problema; pero que plantee como posible medida que el Estado condicione el despliegue de publicidad gubernamental a medios que sin rigor difunden noticias falsas y erosionan la democracia, indica qué tan complicada es la situación. El Estado tiene la obligación moral y social de proteger y hacer valer las buenas costumbres y, sin entrar en categorías jurídicas de difícil medición, es justo recordar que –sin importar época o partido– la decencia y los buenos modales constituyen el fundamento del orden social.

Que desde el propio Estado, a través de colocaciones o anuncios –directos o por agencias– se estén financiando y manteniendo espacios y personajes que promueven la degradación social como objetivo, el insulto como norma, la insolencia como práctica, la vulgaridad como principio, el descrédito como norte y la pornograficación como signo distintivo, es algo moralmente inconcebible y políticamente inaceptable.

Y esto se hace muchas veces desde plataformas que se justifican y defienden sobre la base que transmiten y difunden información fuera del espectro radial/televisivo regulado, sin embargo, aceptan publicidad de la institución que supuestamente no tiene derecho a regularlos.

Con inocente candidez el gobierno empolló esos huevos, quizás en la creencia que serían comestibles; pero, aún viendo que eran huevos de dragones, decidió alimentarlos, incluso en perjuicio de las aves de su corral.

Y todos sabemos lo que hacen los dragones cuando crecen y pueden volar solos…

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